Periodista

Europa ha descubierto a Berlusconi en plenitud. Sabíamos de su desfachatez, de su impostura, de que encarnaba el peor pecado de la democracia: acabar con la autonomía de la política. Pero ahora el hombre maquillado ha perdido la careta y quizás ese destape sea el principio del fin. Para conocerlo mejor, acudamos a las extraordinarias memorias de Indro Montanelli, una lección sobre Italia y los italianos, y un prodigio de agudas reflexiones de un hombre que fue un siglo, el XX. Fascista en la primera hora, liberal después, anticomunista siempre, Montanelli, a quien Berlusconi "salvó de la ruina" al comprar en 1977 el periódico Il Giornale, explica como Il Cavaliere fue una consecuencia del escándalo de corrupción de Manos Limpias, cuando "la gente estaba enfervorizada con lo nuevo". "¿Qué era esto nuevo? en realidad nadie lo sabía, y lo demuestra el hecho de que gran parte de la opinión pública ha aceptado encarnarlo en Berlusconi, que había sido uno de los más beneficiados del viejo régimen".

Tras las virtudes típicas del empresario de casta, Montanelli veía en Berlusconi "una megalomanía que lo expone al riesgo de burdas ingenuidades, la tendencia a sumirse en los papeles que interpreta hasta transfigurar la realidad, y una vanidad incontenible". "Es cualquier cosa menos un idealista desinteresado y nadie como él sabe obrar eludiendo las reglas". "Gran Gatsby a la italiana, sin tragedia y sin suicidio", concibe un país en el que sólo valen los índices de audiencia y de aprobación, decía Montanelli tras afirmar que, antes que el conflicto de intereses, lo que imposibilita a Berlusconi para hacer política es su temperamento. Publicado en el 2002, hay periodistas que, además, son profetas.