WSw ilvio Berlusconi se queda solo. Unicamente le acompañan Umberto Bossi y su Liga Norte. La expulsión de Gianfranco Fini del Pueblo de la Libertad (PDL) le ha hecho perder la cómoda mayoría obtenida en las urnas hace dos años. Ahora, ha quedado en minoría y en lo que queda de legislatura deberá negociar todas las medidas legislativas que quiera presentar, de modo que, pasadas las vacaciones, podría llegar la hora de convocar nuevas elecciones. Aquella mayoría aparentemente sólida había conseguido arrinconar la imagen de una política italiana hecha de fragmentación y al mismo tiempo de convergencia de las fracciones. La primera República estuvo dominada por un gran muestrario de coaliciones hasta llegar a los gobiernos cuatripartitos y pentapartitos, para acabar bloqueada, enterrada en una ciénaga de corrupción.

La segunda, sometida a la figura omnipresente y omnipotente de Berlusconi, creó la falsa imagen de un bipartidismo moderno, cuando, en realidad, la izquierda está prácticamente desaparecida y la mayoría de Gobierno estaba formada por elementos tan dispares como el proyecto político-empresarial de Berlusconi, el federalismo xenófobo de Bossi y la derecha republicana y europea de Fini. Las críticas de este, hastiado por la corrupción rampante y los escándalos judiciales y sexuales del primer ministro, y su expulsión del PDL han tenido el efecto de agotar este ciclo político.

Ahora reaparece en escena la posibilidad de crear una tercera vía para enterrar al berlusconismo con un archipiélago de varias formaciones pequeñas nacidas de escisiones de diversos partidos. O sea, vuelve lo de siempre, la fragmentación y su contrario, es decir, la tendencia a confluir entre opciones poco afines.

Paralelamente, el PDL ha endurecido su campaña para lograr la dimisión de Fini como presidente de la Cámara de los Diputados, por una supuesta estafa agravada con la venta de un apartamento. Si Berlusconi ya pidió la dimisión de su exaliado cuando lo echó del partido el pasado 29 de julio, ayer, el portavoz del PDL, Daniele Capezzones, dijo que si Fini quiere realizar "un acto de dignidad y no de vileza política" tiene que renunciar a su cargo.

Lo dramático de la situación es que, pese a las críticas contra Berlusconi y contra el lodazal de corrupción, a nadie le interesa el fin de la legislatura porque nadie está en condiciones de ganar unas elecciones y menos aún de gobernar. El único interesado es el primer ministro porque en ello le va su fortuna. Esta es la gran paradoja. Pese a la pérdida de la mayoría, Berlusconi sigue siendo la opción de gobierno más sólida, lo que demuestra hasta qué punto la política italiana sigue bloqueada.