Por primera vez, Alemania acompaña a Francia en un acto de rebeldía frente a EEUU, quizá el más serio y trascendente desde que De Gaulle, tras vetar la entrada de Gran Bretaña en el Mercado Común, retiró a su país de la estructura militar integrada de la OTAN en 1966. Ahora, la renovada alianza franco-alemana preconiza decisiones colectivas de acuerdo con la ley internacional, frente al unilateralismo y la supremacía de los intereses militares y petroleros de Bush. Esta crisis transatlántica es el último peldaño de un malestar creciente ante la arrogancia de Washington, que llevó ayer hasta la impertinencia el jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld, con su andanada contra "la vieja Europa".

La belicosidad de Bush ensancha el Atlántico, hace crujir a la UE y desacredita a todo el sistema de seguridad colectiva. Un desastre. Frente al argumento de que no hay pruebas que justifiquen una guerra inminente, si EEUU no logra que la ONU sea dócil a sus deseos insistirá en actuar al margen de la legalidad. Y aún sería peor y más decepcionante si al final las presiones norteamericanas convierten la revuelta franco-alemana en pura retórica o logran ahondar más la división interna en la UE.