Las continuas y amenazantes noticias sobre el avance del ébola entre las poblaciones de Africa occidental están creando una "psicosis" de pandemia universal entre las gentes europeas; que sienten muy cerca el terrible peligro de un virus muy agresivo, hasta ahora incurable y mortal; que llama a las puertas de los países ricos, después de haber devastado a los pobres.

A nuestro modo de ver, lo más peligroso de esta "plaga" no es su tratamiento --que seguramente ya está descubierto y con pruebas de su eficacia para curar la enfermedad-- sino la avaricia desmedida de los laboratorios farmacológicos que esperan que se declare entre los países ricos, que puedan pagar espléndidamente los tratamientos y ganar con ello ingentes beneficios. En la mentalidad egoísta y avarienta de las empresas que investigan y fabrican los medicamentos, no merece la pena ponerlos en el mercado cuando los afectados son pobres, subdesarrollados, gentes hambrientas que mueren envueltos en miseria, sin capacidad económica para costear gastos y beneficios de los inversores y accionistas que financian el trabajo. Prueba de esta actitud avarienta ha sido el excepcional tratamiento de los cooperantes --sacerdotes de la Orden de San Juan de Dios-- que con exclusividad de otros enfermos, fueron traídos a España, aislados, tratados con delicadeza y cuidado, porque el gobierno de España iba a financiar su carísimo tratamiento.

La epidemia no es el ébola en sí; sino la avaricia sobre la que se apoya todo el sistema económico y político que nos ha tocado vivir. Hace aproximadamente cien años, otra gran epidemia de consecuencias catastróficas --a la que se llamó "gripe española"-- diezmó las poblaciones y ejércitos de todos los países que entonces estaban en guerra. Circunstancia ésta que agravó mucho más, si cabe, las terribles consecuencias del contagio.

AUNQUE LA GRAN Guerra impidió que se pudieran hacer investigaciones fiables sobre su nacimiento y contingencia, parece que el origen de aquel terrible virus gripal fueron los tratamientos "transgénicos" llevados a cabo en los Estados Unidos sobre las poblaciones de las granjas de cría de pollos, para aumentar su productividad y su engorde; dando origen a mutaciones víricas muy resistentes, que resultaron mortales para los humanos, que aun no habían desarrollado anticuerpos eficaces contra ellos.

El poner a esta plaga el pintoresco apellido de "gripe española" se debió a que los Estados Mayores de los países beligerantes prohibieron dar datos y noticias sobre las mortandades internas provocadas por los bombardeos y el uso de gases letales, que desmoralizaban a los ejércitos. Por lo que solamente los periódicos españoles recogían y difundían los "partes de víctimas de la gripe", devastadores, que se fueron publicando en los últimos momentos de la Guerra. Otra vez la avaricia --el "apetito desordenado de ganancias y beneficios"-- fueron la causa de la inmensa mortalidad humana; pero esto no detuvo la creación de nuevos alimentos "transgénicos"; el uso de la química para aumentar la producción y el retraso de la investigación para encontrar remedios que evitasen la mortandad de miles de contagiados.

A los abusos y atrocidades de esta plaga provocada por el "capitalismo" desmedido, debemos añadir las tremendas salvajadas de la "ira", otra de las pandemias actuales que ha causado en los últimos siglos millones y millones de muertos por el "virus" del odio, del racismo, de la intolerancia religiosa. Solo en Alemania causó en el siglo XX más de seis millones de muertos, en un corto espacio de tiempo, una enfermedad que se llamó "antisemitismo".

Muchos aducirán que estas "plagas" existieron siempre; incluso antes que las de Egipto, y siempre fueron muy mortíferas. Pero las que se manifiestan en la actualidad --querámoslo o no-- están siendo mucho más crueles, masivas, atroces y desconcertantes; pues se producen en un momento histórico en el que el hombre conoce medios y tecnologías para su erradicación.

Pensemos en "epidemias" tan extendidas como la "gula", la "soberbia", la "envidia", que afectan a los pueblos más ricos y desarrollados del Universo; que persisten en su enfermedad porque es un buen negocio. Porque los pone a la cabeza de los Estados. Porque quieren alcanzar mayores cotas de recaudación, de posesión, de monopolio de los bienes... Aunque para ello haya que desertizar a la Tierra entera.