Las dimensiones que el próximo invierno puede adquirir la epidemia de gripe A hacen imprescindible que la Administración multiplique sus esfuerzos para tener a punto un dispositivo de asistencia eficaz y de calidad y para mantener informados a los ciudadanos. Porque el funcionamiento del sistema sanitario dependerá en gran medida de que la población sepa que se enfrenta a un tipo de gripe leve, aunque de contagio masivo, que no entraña graves riesgos para la mayoría. En caso de no funcionar la estrategia de comunicación, entonces sí que podremos encontrarnos con unos servicios de urgencias bloqueados a causa de la utilización inadecuada de los mismos, y con una plantilla de facultativos insuficiente, que deberá atender a más casos de los que en buena lógica le corresponderían.

La experiencia de Argentina --que en estos momentos se encuentra en pleno invierno austral--, donde la extensión de la epidemia no ha representado una multiplicación de los casos graves y de los fallecimientos, debe servir tanto para ajustar la logística sanitaria como para tranquilizar a la población. El escándalo político que se desencadenó allí después de las elecciones no se debió a que se ocultara la virulencia de la gripe A, sino a que el Gobierno hurtó las estadísticas de personas contagiadas y de muertes. Unas cifras que, por lo demás, eran básicamente asumibles porque se correspondían con los estudios epidemiológicos realizados hasta la fecha. Una experiencia que debe servir de escarmiento para quienes tengan la tentación de esconder la realidad.

Es decir, cabe esperar una epidemia de extensión masiva que puede doblar los porcentajes de afectación de otras epidemias de gripe y alcanzar al 30% de los ciudadanos, pero que, salvo para los grupos de riesgo identificados --enfermos del aparato respiratorio, los que sufren obesidad y otros--, no entraña problemas mayores que cualquier otra gripe de cualquier otro invierno. Cae dentro de lo posible, pero no por ello debe ser motivo de preocupación, sino de prudencia, que las autoridades deban tomar medidas especiales en el sector educativo, porque la facilidad de contagio entre los escolares puede aconsejarlo, y acaso algunas empresas sufran los efectos de puntas de absentismo. Pero ir más allá de este horizonte previsible tiene poco que ver con lo que esperan los especialistas.

Por eso es importante insistir en la información: para que no cunda la alarma cuando el próximo invierno, después de la habitual campaña de vacunaciones, se multipliquen los casos de gripe A de acuerdo con la sintomatología descrita. Será molesta, pertubará la vida cotidiana, pero la epidemia no debe intranquilizar a la población.