Los católicos extremeños y los que han venido a plantar su tienda entre nosotros estamos convencidos de varias cosas:

1. Que si la patrona de Madrid, pongamos por caso, perteneciese canónicamente a la diócesis de Cuenca se hubiera arreglado hace tiempo. No digamos si se tratase de Montserrat, Aránzazu o el Pilar por citar algunos sagrados iconos y patronazgos.

2. Situémonos en la otra vertiente de un problema cercano al nuestro, por lo de canónico, el de la Franja Aragonesa, que sigue coleando. Y ¿por qué no decirlo? Escandalizando. La razón es que el centenar largo de piezas artísticas del patrimonio aragonés sigue en manos poderosas catalanas.

3. Que lo de nuestra patrona es realidad hiriente padecida por el pueblo extremeño creyente y por los no creyentes sensibles y amantes de sus valores, patrimonio artístico, leyendas y tradiciones e historia de estas tierras tantísimas veces soslayada cuando no apaleada.

4. Que lo de los pobres no se soluciona fácilmente. Aquí se continúa con la permanente pregunta de ¿qué dificultades tan grandes pueden existir para que la patrona de los extremeños y su santuario no estén ya en la diócesis cuyos límites rozan con ellos? Con la solución el secular icono estaría canónicamente dentro de la Comunidad Autonómica extremeña que patrocina y no en una que no patrocina. Por eso los pobres extremeños siguen convencidos de que no hay voluntad decidida de ejercitar la generosidad aludida en la anterior colaboración.

Sin ser pastor de almas, ni ser pastoralista, ni poseer espíritu conciliar, ni existir aún el Decreto Christus Dominus, ya Pascual Madoz en el Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar tuvo que escribir hace años que: "en pocas provincias españolas --como las extremeñas-- aparecerá la división eclesiástica con más anomalías y más inconvenientes...".

XSE FIJABAx en las jurisdicciones de las órdenes militares pero a lo que hay que añadir lo que suponía en una región de límites definidos que siete obispos gozaban de jurisdicción en Extremadura dirigiendo la vida religiosa desde sedes tan dispares, Córdoba y Avila, Toledo y Ciudad Rodrigo más las tres que gobernaban la mayor parte del territorio regional.

A la hora de ajustar límites eclesiásticos con civiles la pequeña y pobre Ciudad Rodrigo entregó, sin racaneos, las seis parroquias que poseía en Cáceres. Otrosí ocurrió con Coria que, sin rechistar, liquidaba la posesión y pastoral de las veinte que tenía en tierras salmantinas. Sólo los hermanos hurdanos sacaron alguna pancarta reivindicando las Batuecas convencidos, como siempre estuvieron, de que formaban parte de territorio hurdano. Pero extremeños, y encima hurdanos, pocos se enteraron en España. Claro, el monasterio de las Batuecas no es el de Guadalupe. Con aquel se cumplieron los deseos conciliares. Con el de las Villuercas no hay quien mueva ficha. ¿Cuándo en Toledo se darán cuenta de lo que se piensa y habla en la calle? Aquí lo que falla no es el vigor de la reivindicación sino la continuidad sin cansancio. El cansancio es el pecado extremeño que de alguna manera apuntaba la célebre décima de Gonzalo Korreas , el filólogo de Jaricejo (Cáceres).

*Sacerdote