WEwn los últimos días, los extremeños están asistiendo a una polémica insólita: los máximos responsables del PP extremeño, Carlos Floriano , y del Arzobispado de Toledo, Antonio Cañizares , inmersos en un agrio enfrentamiento a cuenta del Monasterio de Guadalupe. Cruce de acusaciones y de palabras gruesas: el eclesiástico ha tachado de "estupidez" las manifestaciones del político al asegurar que el Vaticano podría estar estudiando que el futuro de Guadalupe pasara por una tutela compartida entre la diócesis toledana y la provincia eclesiástica extremeña, y contestación del político acusando al arzobispo nada menos que de mentir. Lo peor que puede ocurrir a este asunto es que nadie repare en que se está tocando uno de los símbolos extremeños --la Virgen de Guadalupe --, inmersos como están en tratar de convencer a la opinión pública quién dice la verdad. Y aunque es apreciable que Toledo ha cambiado de actitud, porque al principio no se molestó en contestar; después ha dejado entrever que algo de eso se ha tratado en la conversación entre Floriano y Cañizares, aunque privadamente; y que, finalmente, el prelado explotó, también es cierto que el político debe defender ante todo la causa de Guadalupe, aunque tenga que morderse la lengua.