Victoria Prego, en El Mundo, dedicaba ayer dos páginas a uno de los grandes problemas de las relaciones internacionales españolas: el desconocimiento del inglés de todos los presidentes de Gobierno de la democracia, que a lo más que han llegado ha sido a un "uso libertario" del francés. "Adolfo, en cuanto salía fuera de España, directamente no abría la boca. Pero es que ni para decir yes ", relata a Prego uno de los antiguos colaboradores de Suárez. Felipe González sí dominaba el francés. "Con soltura y gran velocidad", recuerda Prego. Pero con un acento "mucho peor que si lo hablara un griego o un árabe". La intensa relación de González con Helmuth Kohl, que sólo hablaba alemán, dio mucho trabajo a la intérprete que tuvo que traducir una vez el chiste del cojo que acaba con la exclamación "virgencita, virgencita, que me quede como estoy". "Damen Lourden, Damen Lourden, yo no sé qué", gritó en alemán. Prego recuerda que sólo una vez, en Florida, ha intentado Aznar leer un discurso en inglés. "Aquello fue el acabóse: ni pronunciación, ni ritmo, ni sintaxis, ni nada. Guai du ai sei dis? , decía el presidente ante sus enmudecidos interlocutores. (...) La experiencia no se repitió nunca más".

Pero no sólo los presidentes tienen problemas con los idiomas. Miguel Martín, en La Razón, considera que es una "vergüenza sonrojante" que el Gobierno vasco subvencione clases de euskera en Francia, pues "renunciar al francés por el euskera sería tan estúpido como cambiar el inglés por los cientos de nimios dialectos, como hicieron los indios cuando se fueron los británicos".