XExl desgraciado asunto de Roquetas, gravísimo sin duda, --nadie puede entrar vivo en una dependencia de la Administración y salir muerto sin que medie una profunda investigación--, no deja de ser un hecho puntual y aislado, que no debe dar pie a nada que vaya mas allá del esclarecimiento de los hechos, hasta en sus últimos detalles, y a la asunción de las responsabilidades políticas y penales a las que hubiere lugar. Al socaire de esta cuestión no se debieran poner en entredicho elementos esenciales de la misma, y entre ellos de manera destacada se encuentra su carácter militar, hecho por otro lado nada inusual entre cuerpos similares de los países democráticos, como recientemente han recordado cualificados miembros del Gobierno.

Curiosamente la Guardia Civil, siendo tan popular y conocida, su realidad histórica lo es ya mucho menos. Nace en 1844 en el ministerio de González Bravo, inspirada en los principios del duque de Ahumada, que fue su primer jefe, el principal de los cuales era el de obediencia al poder constituido y la inhibición de las cuestiones políticas, lo que ha hecho a lo largo de su historia.

La Guardia Civil durante el segundo tercio del siglo XIX, es utilizada en la lucha contra el bandolerismo del sur, complejo fenómeno en el que se mezclaba la delincuencia más abyecta con una contestación de raíz social. La entrada del anarquismo en el mundo agrario, principalmente en Andalucía y Extremadura, creó una conflictividad difícil de manejar en la que la Guardia Civil interviene como fuerza de choque, provocando luctuosos sucesos. Esta conflictividad dura en el medio rural hasta la propia guerra civil, con sucesos tan tristes y trágicos como los de Casas Viejas y Castilblanco.

El 14 de abril de 1931, la Guardia Civil mandada a la sazón por el general Sanjurjo se mantuvo al margen de los acontecimientos, porque el poder civil desapareció y fiel a sus principios siempre es leal al poder real constituido. Hoy ningún historiador duda que esta inhibición fue clave para la proclamación incruenta de la II República.

La sublevación militar de 1936 dividió a la Guardia Civil, por una cuestión básicamente de ubicación geográfica. En Barcelona fue determinante para propiciar el fracaso de ésta en la capital catalana y en Madrid también contribuyó al fracaso de los sublevados. Pero por otro lado, guardia civiles fueron los defensores del santuario de Santa María de la Cabeza o del Alcázar de Toledo, hechos elevados a gesta por la mitología del bando nacionalista. En cualquier caso el gobierno de la República, conservó la Guardia Civil limitándose a cambiarla de nombre, rebautizándola con el nombre de Guardia Republicana.

Franco en 1940 estuvo a punto de disolver a la Guardia Civil de manera similar a como hizo con el cuerpo de carabineros, y fue la intervención de generales de su máxima confianza los que le convencieron para no disolverla. En la década de los cuarenta a los cincuenta a la Guardia Civil le asignan la lucha contra el maquis, secuela de nuestra cruenta guerra civil. Esta es una historia poco conocida y que seguramente necesita alguna distancia, al parecer hubo de todo, pero son raras las denuncias de ensañamiento, ambas partes entendían que cumplían con su obligación, y en una dictadura represiva todos los instrumentos de gobierno se convierten en instrumento de represión. Hoy la Guardia Civil está la primera en cualquier situación de emergencia, es guardiana y custodia de nuestras carreteras, vigila nuestras fronteras, tanto terrestres como marítimas, miles de emigrantes de prácticamente todas las razas del mundo le deben la vida. En la lucha antiterrorista la Guardia Civil está en la vanguardia y en la larga lucha contra ETA la lista de víctimas de muertos o imposibilitados es muy larga. Y en un ejército, como el nuestro, que difícilmente alcanza las dotaciones previstas, el carácter militar de la Guardia Civil resulta imprescindible.

*Ingeniero y director general de

Desarrollo Rural del Ministeriode Agricultura, Pesca y Alimentación