Escritor

Hay dos guerras declaradas: la del hombre hacia la mujer y la del Gobierno a los demócratas. La primera la trataremos por su complejidad en la segunda entrega, entregándonos a esta otra de la guerra siniestra que el Gobierno tienen delegada a todos los que no piensan como ellos. Las apariciones son luciferianas. Rajoy se le hace una pasta en la boca, que parece que está comiendo papas. Rodrigo Rato, siempre viene de recibir un cum laude y aprovecha para retirarte todos los atributos humanos. El que viene más abrigado es Aznar, que aparece con un abrigo beige y una bufanda de cachemire desde la que te lanza todos los improperios que el idioma castellano tiene recluidos en el Casares. Lo de Aznar es además de largo alcance, porque sus asesores le han asegurado que esa misma clase que hace las revoluciones, es la que le apoya ahora para mantener como fuera sus deudas. La deuda siempre fue nefasta hasta que llegó Rodrigo Rato y Aznar, que hasta el Vaticano la ve con buenos ojos. Deber dinero era malo, muy malo, pero ahora deber dinero es estupendo, porque ya lo pagarás y si no lo pagas ya lo pagaremos entre todos con un Gobierno socialista como a mediados del siglo XXI. Mientras tanto no hay miedo, y después tampoco, porque le echaremos la culpa de todo a Rodríguez Zapatero, que va camino de la santidad, pero una santidad que no pasa por el Vaticano.

La otra guerra es la de Cayetana Guillén Cuervo, que ante la alarmante noticia que la relacionaba con Aznar, y visto que esto no le parecía del todo mal a Ana Botella, le ha dado a su abogada Cristina Almeida su propia representación para desmentirla aprisa y corriendo, antes de que volviera a aparecer Aznar con el abrigo beige y la bufanda de cachemire y la destruyera con cualquier arma de destrucción masiva que guarde en la Moncloa de cuando tenía buen conocimiento de poseerla Sadam Hussein, aunque esto, la verdad a la sociedad española le importe una higa, porque guerras tengas y las ganes, como ésta.