El nivel de aciertos de la guía política para 2017 que publicamos aquí el 2 de enero del año pasado me anima a proponerles lo mismo para 2018. Algunos de los presagios certeros fueron: el ‘peligro Trump’, la sombra de Putin, otro año perdido para la UE, la irrelevancia de terceros candidatos entre Susana Díaz y Pedro Sánchez, el interminable debate interno de Podemos, la consolidación de Rajoy a cuenta de la progresiva atomización de la izquierda, la crispación catalana y la ligera mejoría de algunas variables macroeconómicas para hacernos creer que todo va bien.

Muchos de los protagonistas de 2018 no cambiarán, aunque en mi opinión este año debería visualizarse alguna de las transformaciones importantes que formarán parte de la transición entre el viejo orden proveniente del fin de la II Guerra Mundial y el nuevo orden que lleva gestándose durante la última década. Estoy seguro de que veremos algún avance importante al respecto. Pero, más allá de esta idea a modo de marco general, expongo, al igual que el año pasado, algunos pronósticos concretos:

1. Este será el año en el que Pedro Sánchez demostrará si es capaz de llevar a cabo aquel cambio profundo y radical del PSOE con el que logró convencer a los militantes para ser restituido como secretario general en 2017. Este ciclo electoral (municipales, autonómicas y europeas en 2019, generales como muy tarde en 2020) es su tercera y última oportunidad para convencer a la ciudadanía. A finales de 2018 ya sabremos si lleva camino de aprovecharla o no.

2. Será difícil que la tensión acumulada entre Corea del Norte y Estados Unidos, a cuenta de dos líderes irresponsables, se sostenga durante todo el año. A buen seguro, habrá incidentes de alcance mundial, solo queda esperar que el armamento nuclear no esté involucrado en ellos.

3. No me cabe duda de que 2018 será el año en el que todos nos convenzamos de que el problema catalán se hará crónico. Los independentistas, con mayoría de escaños, no van a ceder en sus pretensiones, y el Estado está obligado a no ceder en el cumplimiento de la ley. Quizá solo la economía, que irá abandonando a su suerte poco a poco a Cataluña si se persiste en el independentismo, obligue a los secesionistas a cejar en el empeño.

4. En el ámbito de la Unión Europea, no creo que este año sea un año más. La inminencia del Brexit, la crisis catalana con su probabilidad de contagio, los problemas crecientes en la política alemana y la consolidación de Macron como líder internacional, auguran intentos de reforma o, al menos, signos de movimiento en una institución exasperantemente lenta.

5. El auge de Ciudadanos marcará la agenda política en nuestro país. Más allá de que, por supuesto, los resultados catalanes no son extrapolables al ámbito nacional, los demás partidos deberán trabajar intensamente para evitar que 2018 sea un año naranja. Los problemas judiciales, que asediarán al PP, producirán un seguro trasvase de votos, las altas expectativas sobre el cambio del PSOE —de frustrarse— podrían abrir las compuertas de un segundo caladero, y muchos abstencionistas podrían decidirse, por diversas razones, por ellos. Todo junto hace que 2018 comience con buen horizonte para los de Rivera.

6. Es muy posible que sea el año en que ya nadie pueda abstraerse de la condición de China como superpotencia mundial. Algo que los bien informados ya saben, pero que la mayoría de la gente no ha asumido todavía. Sus inversores están comprando medio mundo y su modelo laboral —carente de límites y de derechos— ha contaminado la forma de trabajar en todo el planeta. Su influencia en la economía, en fin, se hará más evidente para todos durante 2018.

7. Es terrible, pero este año terminará con las mismas o más víctimas por violencia de género. La razón es sencilla: ni lo que se está haciendo se está haciendo bien, ni se está haciendo todo lo que habría que hacer. De todos los presagios, quizá esté sea en el que más desee equivocarme.

Si se dan cuenta y analizan los siete puntos, verán que establecen —en caso de que se cumplan— un mapa general inquietante: el mundo está cambiando y va a seguir cambiando a cierta velocidad, mientras a España le cuesta un enorme esfuerzo hacerlo. He aquí el gran y principal problema que debe solucionar la política en nuestro país.