Las costumbres, pese a que el término alude a modos de proceder que se pierden en el recuerdo de décadas, cambian. Entre esos modelos de evolución se ha de inscribir lo que hacen las familias en estas fechas, que por mor del calendario cívico-religioso, empiezan con el llamado puente de la Constitución o de La Inmaculada y acaban cuando los escolares regresan a las aulas el 8 de enero. Un mes consumista de regalos y de ocio. Ahora, en plena crisis, o sensación de crisis, según los optimistas, se comprueba otro cambio de costumbres en relación a este mismo periodo en años anteriores. Desde que se inició el gran periodo de bonanza en 1992, aumentó la tendencia a celebrar parte de las comidas tradicionales en restaurantes de prestigio. Y los más jóvenes, sobre todo en Nochevieja, a seguir la ruta más de moda de los locales de ocio. Este año se quiebra la tendencia, una mutación que empezó en el 2007, cuando el lobo de la recesión ya enseñaba las orejas. La restauración ya prevé una caída de reservas superior al 10%, aunque ha sabido responder a ese riesgo bajando precios, una decisión similar a la que han tomado los promotores de discotecas. Es lo mismo que han hecho los comerciantes --que han abierto, pese a la crisis, en festivos-- con descuentos fuera de temporada, sorteando la ley que fija las rebajas a partir del 2 de enero. Y los hoteles también parecen asumir que las reservas caerán, en muchos casos, por encima del 20%. Hay ajuste en el consumo, severo en algún sector, pero no caída en picado. Un dato esperanzador.