Cristina Cifuentes se resistió con uñas y dientes a dejar los cargos políticos tras conocerse el escándalo de su máster fraudulento. Fueron seis semanas, seis, de negar la realidad sin asomo de rubor y con un aplomo inconcebible. Seis semanas pretextando oscuras conspiraciones políticas y personales para justificar lo injustificable. Alguien decidió al fin acabar de una vez con aquella agónica exhibición de impudicia y sacó de un cajón una grabación antigua que mostraba a Cifuentes apropiándose sin pasar por caja de unas cremas cosméticas en un comercio de Vallecas. Esa fue la puntilla que acabó con la resistencia de Cifuentes.

Fuego amigo, sin duda. Porque el PP ya iba más que servido con lo suyo. Sus numerosas tramas de corrupción y la sentencia contra la ominosa red Gürtel, combinadas en el tiempo con la intuición y la audacia del socialista Pedro Sánchez, acabaron expulsando del poder a los conservadores y forzaron un cambio de liderazgo en el partido.

Y en eso llegó Pablo Casado, aupándose sobre el ala más derechista de la formación y enarbolando la bandera de la honestidad. Pero Casado tenía los pies de barro. Lo sabía él y lo sabían los dirigentes que lo alzaron a la cúspide. Sobre él pesaba un escándalo clonado del de Cifuentes. Quizá pensaran esos padrinos que un máster fraudulento de más o de menos pasaría desapercibido como una gota en el océano de corrupción en el que el partido siempre navegó.

El relativismo es útil en estos casos, pero la proximidad del escándalo de Cifuentes debería haber encendido alguna alarma en el congreso del PP. No fue así, y si se encendió alguien corrió a apagarla. Hoy, solo dos semanas después, la justicia ha apreciado en Casado indicios de prevaricación y cohecho en la obtención de su máster. La pena por esos delitos puede llegar a siete años de inhabilitación.

«Lo que me han hecho no se lo han hecho a nadie en este país», clama Casado. No es cierto. Lo que le han hecho a él se lo han hecho a unos pocos más, todos ligados al PP y algunos ya imputados: darles un título académico sin exigirles la dedicación, el trabajo y el dinero aportados por sus compañeros de aula.

* Periodista