TAtunque en la novela antibelicista de Dalton Trumbo era Johnny el que cogió el fusil, yo me refiero a Harry , hijo pequeño del príncipe Carlos de Inglaterra y de lady Di . Hemos sabido que llevaba diez semanas en Afganistán y nosotros sin enterarnos. Seguro que no sólo ha jugado a los soldaditos sino que habrá tenido sus buenas juergas y saraos, pues parece que el chico es muy dado a los excesos etílicos y al coqueteo con las drogas. De hecho, ha protagonizado varios escándalos en su país. Quizá por eso, para lavar su imagen, lo hayan mandado una temporada lejos del Reino Unido. Era top secret hasta que un periodista, Matt Drudge , dio el chivatazo. Y como el chico ya corría peligro, se lo trajeron de vuelta por temor a que fuera objetivo de los talibanes.

Casi igual que los soldados de a pie, españoles y extranjeros, expuestos a los campos de minas, explosiones de vehículos, bombardeos. Seguro que Harry no estaba expuesto a estos peligros, saldría a practicar el tiro protegido por guardaespaldas y después de que el terreno hubiera sido bien explorado. En Afganistán le asignaron un puesto de vigilancia aérea para dirigir los ataques contra el enemigo talibán. ¡Así cualquiera!

Hay diferencia entre los que nacen pobres, hacen del ejército una profesión y ayudan en misiones extranjeras, aunque sean de paz, y los hijos de papá que se van a tirar unos tiros como el que va de excursión. Harry se habría ganado respeto y admiración si hubiera estado combatiendo en las mismas condiciones que el resto de la tropa allí desplazada, pero si ha gozado de privilegios por su sangre azul no tiene ningún mérito, pues es como jugar a las batallitas. Aunque quizá el chico no haya tenido la culpa de gozar de esos privilegios. Ahora, de vuelta a casa, parece que le concederán una medalla. Es un héroe para sus paisanos pero un enemigo para los musulmanes que lo han amenazado a través de internet. En cambio Johnny, soldado sin privilegios, fue terriblemente mutilado. Esa es la diferencia.