Creo que hablo en nombre de todas las mujeres musulmanas cuando digo que estamos hartas. Hartas de que se hable tanto de nosotras y de nuestro hiyab (velo) en los medios de comunicación. Hartas de los estereotipos, y hartas de los prejuicios. Hace casi 10 años que vivo en Inglaterra y hace siete que soy musulmana y llevo el hiyab. Y en todo este tiempo nunca he tenido el menor problema, ni en la calle ni en el trabajo. Sin embargo, fui a pasar unos días al pueblo donde viví durante 23 años y una desconocida que pasó a mi lado me dijo de forma despectiva: "Quítate eso, que es degradante para la mujer". No, señora, los concursos de belleza sí que son degradantes para la mujer. ¿Y qué me dicen de los presentadores de TV? Los hombres pueden ser gorditos y calvos, pero las mujeres tienen que ser monísimas y jóvenes; eso es degradación. Horas y horas machacándose en el gimnasio, liposucciones, aumentos de esto y reducciones de aquello; eso es degradación. Con el hiyab, sé que me valoran por quien soy y no por mi físico. Y eso, lo crean o no, es libertad. El hiyab no nos oprime; nos protege. En Inglaterra, hay médicas que llevan el hiyab, y abogadas, profesoras y sociólogas. Sin embargo, las que lo llevan en España trabajan limpiando casas. Entonces, ¿quién nos discrimina? ¿Es el islam o son los empresarios que dicen "tu currículum es buenísimo; el trabajo es tuyo si te quitas ese pañuelo"? Esta es la realidad de la España del siglo XXI. Me gustaría que alguien me diera una razón lógica por la que el hiyab no nos permite realizar un trabajo como a cualquier otra persona. Al fin y al cabo, es solo un trozo de tela.

Leire Goikoetxea **

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