Las políticas energéticas se han convertido en prioridad ante las consecuencias que acarrea el cambio climático con idea de intentar atajar sus consecuencias, conseguir disponer de energías competitivas, seguras y sostenibles.

Pero mientras tanto, los países que más polución generan en el mundo no se adhieren al Protocolo de Kioto.

Supongo que las razones de esta actitud pueden ser estrictamente económicas. Estados Unidos con la economía más fuerte del planeta, y China, con una economía creciendo más de un 10% cada año, son los principales opositores para la ratificación del Protocolo de Kioto. La revolución industrial de los últimos cuarenta años liberando gases y polución a la atmósfera con un control muy dudoso, está causando alteraciones climatológicas en el planeta, provocando el efecto invernadero.

Las energías alternativas y renovables deberían ser una apuesta a nivel del planeta, disminuyendo el consumo de combustibles fósiles, que producen una gran parte de la polución de la atmósfera.

La protección de los bosques y las selvas vírgenes es de una importancia crucial, pues son una fuente de oxígeno para la atmósfera y para el equilibrio del ecosistema mundial.

El poder del dinero no puede sobreponerse a la salud pública, pues no habiendo salud no existe desenvolvimiento y calidad de vida. Tenemos que dejar de ser egoístas y pensar en un futuro más saludable, para que la civilización prevalezca para la eternidad.

Pero, a pesar de tantas campañas de concienciación sobre la sociedad y el individuo, sería conveniente preguntarse, ¿verdaderamente se está haciendo algo importante más allá de las buenas intenciones?

Antonio Medina Díaz **

Badajoz