XExl terrorismo de los fanáticos islamistas es la amenaza más cruel, sanguinaria e indiscriminada que pesa sobre nuestras cabezas de occidentales, pero no sólo. Resultaría un sinsentido pensar que un solo hombre, el terrorista Bin Laden , tiene la última responsabilidad por lo que está ocurriendo. Supongo que en algún momento habremos de decirnos la verdad y empezar a barajar hipótesis que incluyan la complicidad de algunos Estados --no necesariamente Estados gamberros tan sólo--, de ciertos servicios especiales. Es una guerra sucia, desde las alcantarillas, dirigida contra el corazón de Occidente (el que el G-8 estuviese reunido en el Reino Unido algo habrá tenido que ver con el atentado de Londres).

Hoy más que nunca nos vemos forzados a pensar que se ha enconado aquel conflicto de civilizaciones del que nos hablara Huntington y que muchos líderes políticos, rechazando la evidencia, se esforzaron en negar. El combate contra ese terrorismo cuyo concepto de la muerte comienza por ser autodestructivo, tiene que ser prioritario. Policial, desde luego; resulta difícilmente comprensible que aún no tengamos una radiografía completa de dónde están las terminales de este terror.

Pero el combate ha de ser político también. Y por político entiendo la actuación cerca de aquellos estados que se muestran comprensivos , y aún amparan, estos asesinatos masivos e individualizados en nombre del Islam. Combate político es igualmente una mejor distribución de la riqueza. Occidente hace ostentación de una riqueza que jamás alcanzó los grados actuales, y algunos pueblos miran con envidia tal ostentación. Esos desequilibrios son semillero de odios, y de fanatismo.

Ocurre que tenemos que aprender de nuevo a ser occidentales, atemorizados por gentes para las que la vida carece de valor. Occidentales que han de reforzar su cooperación democrática frente a esta banda de asesinos que utilizan falsamente el nombre de Alá. Occidentales, en fin, que tienen que saber que el rico siempre vive en mayor peligro que el pobre. Y que probablemente ni siquiera afrontando de manera eficaz el problema de las desigualdades vaya a acabar la pesadilla, esta forma inédita de cuasi tercera guerra, o como quiera que acabe llamando la historia a lo que nos está pasando.

Tenemos que aprender de nuevo a ser occidentales, atemorizados por gentes para las que la vida carece de valor. Occidentales que han de hacer frente a esta banda de asesinos y que tienen que saber que el rico vive más en peligro que el pobre