TAtnalizar las consecuencias del alto el fuego permanente decretado por ETA, la situación interna de la banda, y los pasos a dar en el futuro, llevó ayer, al parecer, menos tiempo a Zapatero y a Rajoy de lo que les llevará restablecer la confianza mutua y la lealtad recíproca laminadas por el enfrentamiento sin cuartel que ambos han alimentado en los dos años que llevamos de legislatura. Para recorrer juntos este camino, es evidente que la oposición tiene que confiar en el Gobierno, y el Gobierno en la oposición. Pero, tal como el propio presidente subrayó tras calificar esta entrevista como "un buen primer paso", tras dos años de "diferencias notables", recuperar la confianza "llevará tiempo".

¿Hay partido? Yo creo que sí. La (para mí) dura afirmación de Rajoy de que "sale como entró", y que en absoluto debe interpretarse el apoyo "sin apellidos ideológicos ni partidistas para acabar con ETA" que le ha ofrecido al presidente del Gobierno como "un acto de fe", tiene, en mi opinión, algo de escenificación cara a una galería que, como la galería popular, no se fía de Zapatero ni en esto ni en nada. Este, por lo que yo sé, fue el sentir general que le transmitió la dirección del PP el lunes pasado a su líder. Pero, aunque en un tono más moderado que Zapatero --quien llegó a afirmar que "recuperar la confianza" con el PP es su mayor "prioridad" en el actual momento--, mi impresión es que Rajoy demostró que también él está dispuesto a dejarse en la gatera del consenso frente a ETA los pelos que haga falta, cuando, al final de su declaración, aseguró casi solemnemente que también él esperaba que la reunión de ayer sirviera "para que el diálogo y la cooperación presidan en el futuro" las relaciones entre el PP y el Gobierno.

Que las esperanzas que ha despertado en la sociedad el alto el fuego etarra "se traduzcan a corto plazo en la disolución de ETA y la entrega de las armas", creo que es, como dijo Rajoy, imprescindible para hablar con propiedad del famoso principio del fin. Porque, sólo así, en mi opinión, y, sólo entre los demócratas, cabría empezar a hablar de hasta dónde puede llegar y de dónde no debe pasar la generosidad de la Democracia con los terroristas. A nadie se le escapa que esa es la gran tarea pendiente de nuestra sociedad, el largo, duro y difícil camino que, como ayer volvió a repetir el presidente, nos queda por andar. Cuanto antes se restablezca la confianza entre el PP y el Gobierno, antes podremos hallar el "mínimo común denominador" del "precio" que estamos dispuestos a pagarle a ETA por la paz al que aludió ayer el presidente. El método, por el contrario, ya está claro como el día: no puede ser otro que la unidad.

*Periodista