Periodista

Igual que Martin Luther King tuvo un sueño hace ahora 40 años, el columnista lo ha tenido también. Ha sido bonito, pero no tan trascendente como el del líder negro, aunque es justo reconocer que tiene su importancia también.

Ha sido muy bello ver en sueños a Aznar y a Zapatero fundiéndose en un abrazo, después de haber firmado un pacto de no agresión. Se acabó el tirarse los trastos a la cabeza. El presidente del Gobierno estaba exultante después de los festejos dedicados a su sucesor, pero su agresividad se mantenía en alto. Se auguraban tiempos de tensiones. A partir de ahora todo será distinto. Tendrán un trato muy deferente y cortés: "Si me lo permite mi respetado adversario, le diré que está muy equivocado, lo cual me complace poderle corregir, para que la verdad resplandezca". Será una manera muy fina de decirle al otro que miente, lo que ha sido tan frecuente en los tiempos pasados. El aludido contestará que celebra la gentileza que ha tenido su oponente, sacándole de su error.

Pero nada de que mientras los líderes mantienen una relación de guante blanco, los segundones sigan a la greña. El pacto también les afectará a ellos. España puede ser campeona mundial en cortesía política. Veía en el sueño a la presidenta del Congreso, hasta ahora una mandona, diciéndole al señor Zapatero: "No mire al reloj, que vuecencia puede tomarse el tiempo que necesite". El tratamiento recuperará el exacto sentido respetuoso que tenía cuando se adoptó. Quizá no sean fáciles de corregir unas maneras tan arraigadas. Pero no hay que perder la esperanza de que el sueño se cumpla. Aunque parezca mentira, quizá no era tan complicado que se hiciera realidad el de Luther King.