Cuántas empresas huyen de Cataluña y qué pocas, por no decir ninguna, vienen a Extremadura. La crisis catalana ha hecho florecer a todos esos patriotas (los que se piensan que son los elegidos, los únicos y verdaderos, identificados a ser posible con banderita en la muñeca y polo en el pecho) cuya cuantía, para una región tan periférica como olvidada, es sorprendentemente alta.

Me cuesta entender esa alegría porque cientos de empresas abandonen Cataluña cuando realmente ninguna va a venir a nuestra tierra. Que aumenta la venta de cava. Muy bien. ¿Eso es todo? Y ya agitamos las banderas y nos regocijamos. Bastante triste y ridículo.

Casi al mismo nivel del video ‘Help Catalonia’. Resulta extraño que el nacionalismo catalán, maestros en el arte de la propaganda, haya dado semejante patinazo. Su egocentrismo es de sobra conocido, quizás sea éste el que les ha cegado para exponerse a semejante ridículo. Ridículo y falta de respeto.

Al resto de españoles, saturados con la cuestión catalana mientras Galicia se quema intencionadamente, Carmen Navarro, tesorera del Partido Popular y otros cargos del partido en el Gobierno siguen siendo salpicados por casos de corrupción o sale a la luz que vamos a pagar al menos 2.000 millones de euros para rescatar autopistas.

Falta de respeto para los pueblos realmente oprimidos. Porque sí, este sistema que rescata carreteras y bancos en lugar de a personas reconoce a España como una democracia. Y es el mismo sistema al que se van a someter los catalanes bajo Puigdemont, no les quepa duda.

Pueblos reprimidos son los saharauis, los palestinos o los kurdos. España tiene mucho que mejorar en su democracia pero dibujar su régimen en términos similares a los que oprimen a estos es una frivolidad.

Los conspiranoicos hablan de la similitud entre el video de ‘Help Catalonia’ y otros grabados en Ucrania, Venezuela o Hong Kong destinados a desestabilizar Estados y crear un nuevo sistema. Busquen en internet si les da curiosidad.

Volviendo a la Extremadura de hoy, qué bueno sería tener la capacidad de atraer mínimamente a empresas, tener tan sólo una décima parte del dinámico tejido empresarial catalán. Ahí sí que se entendería mejor tanto alborozo, tanta alegría y orgullo.