A partir de los escándalos del dopaje el ciclismo ha entrado en una espiral de degradación que puede llevarle a la destrucción. Se pensó que a raíz de las bajas tras el escándalo de la Operación Puerto , se atravesaría por un periodo de calma, como consecuencia de una limpieza ejemplarizante que apartó de la competición a varios cabeza de serie del pelotón, entre ellos a Iván Basso ganador del último Giro; a Ullrich ganador de un Tour, a los españoles Mancebo, Sevilla y Roberto Heras , este último desposeído de la vuelta a España; pero sorpresivamente se produjo un nueva vuelta de tuerca, en esta ocasión ha sido Floyd Landis reciente ganador del Tour, quien abusó de una testosterona que le llevó del caos de Toussuire al esplendor triunfante de La Morzine, donde pasó en solitario cuatro puertos de montaña de primera categoría, recuperando el tiempo y el honor perdido en la etapa anterior.

Landis había despertado entre los aficionados ciertas dosis de esperanza, tal vez porque en el fondo siempre necesitemos creer en algo, construir un símbolo a partir del cual sentir que el ser humano conserva aún intacta su original autenticidad, y quién mejor para encarnar este papel que un ciclista arrancado de las garras mismas de una comunidad manotista, alguien capaz de despertar la creencia de que cierto grado de regeneración todavía es posible en el ciclismo. Los aficionados volvieron a soñar con revivir aquellas míticas etapas protagonizadas por Merckx, Bahamontes, Ocaña, Delgado o Induráin .

XDE CONFIRMARSEx el positivo de testosterona en el contraanálisis, el Tour del 2006 le corresponderá al español Pereiro , pero ¿quién le devolverá a este deportista la gloria de no haber sido coronado en los Campos Elíseos entre el fervor de los aficionados?, y ¿qué será de aquellos que pudieron haberse alzado con el triunfo en ediciones anteriores, de hacerse oficial que Armstrong dio positivo en EPO, según se desprende de una muestra analizada de su orina congelada del Tour de 1999?

Pero lo tremendo del problema es que la cosa no termina en el ciclismo. Con la proliferación del mercadeo, se ha acabado con la limpieza de las competiciones, detrás están los patrocinadores, la publicidad, los contratos por retransmisión de TV, las marcas, los equipos formados a golpe de talonario con jugadores que ejercen de mercenarios, el engaño, la estafa, el soborno... Todo vale con tal de ganar, donde son habituales las primas a terceros para evitar los descensos o para favorecer ciertos objetivos. En Italia alguno de los equipos de mayor renombre han sido castigados a causa del fraude. Cabría preguntarse si merece la pena ganar a este precio, o si todo este circo de canallescas intenciones merece ser nombrado bajo el honroso nombre de deporte.

Se juega con la buena fe de los aficionados, con los sentimientos hacia unos colores, con el propósito de jóvenes que quieren emular a los deportistas importantes, porque necesitan referentes, héroes a los que parecerse. En la terminología tradicional cuando se decía que algo era deportivo , se utilizaba con la intención connotativa de algo limpio ofrecido a la juventud como paradigma de vida sana, de solidaridad, de buenos principios, algo a lo que aferrarse como contrapartida a la corruptela imperante en otros sectores de la vida; pero esta consideración del deporte es ya una entelequia que lamentablemente ha pasado a la historia. Tal vez el deporte sólo sea el reflejo omnisciente del controvertido mundo en el que vivimos, lleno de contradicciones, de prebendas inmobiliarias, de embustes políticos, de timos mercantiles, donde no importan los procedimientos con tal de obtener una mínima ventaja sobre el adversario; mientras, hay quien sigue empeñado en mantener esa ensoñación de que el deporte pertenece a una esfera ética superior, realizada en un oasis ajeno a las tentaciones, en un mundo independiente e incontaminado.

El deporte debería soportarse sobre los pilares de la moralidad, pero a los culpables de tales despropósitos no hay que buscarlos únicamente entre los deportistas, sino entre los intereses que se mueven en su entorno; a algunos deportistas se les insinúa, se les sugiere y hasta se les obliga a aceptar, contra su voluntad, cierto tipo de sustancias prohibidas. Existen laboratorios que lanzan al mercado productos para mejorar el rendimiento en el deporte, según la INTERPOL en el 2004 facturaron la cantidad nada desdeñable de 19.000 millones de dólares, una cifra superior a la que se mueve en el mundo de la droga convencional.

En nuestro país se está elaborando la Ley Antidopaje Española, pero para que surta el efecto deseado, se hace preciso actuar desde la prevención, el control y la represión, pues éste no es un asunto que deba afrontarse exclusivamente desde instancias policiales o judiciales, sino que tiene un componente ético y educacional, una filosofía que tiene mucho que ver con los buenos hábitos de vida. Los más interesados en esclarecer este asunto son los propios deportistas, quienes quieren que su imagen quede fuera de toda sospecha, evitando ese proceso de generalización que tanto daño provoca en quienes diariamente se enfrentan al denodado reto de superarse a sí mismos.

*Profesor