A esta hora, con el dolor embargado como el sentimiento moral que sufrimos todos los españoles de bien, y el alma compungida, el periodista, que no ha escatimado las más severas palabras contra las alimañas e hijos de la gran- ETA, mira, con estupor y perplejidad, hacia la localidad francesa de Capbreton, donde la banda criminal acaba de asesinar a Raúl Centeno e hiriendo gravemente a Fernando Trapero .

Ha vuelto a correr la sangre, de unos honrados, anónimos y jóvenes servidores de la Benemérita, de la Guardia Civil. Como la de tantos extremeños miembros de las Fuerzas Armadas, que se dejaron la piel de su sacrificio y generosidad en el camino, por esa frialdad psicopática que brota en la más vil cobardía de unos hijos de la ramera perversidad esquizofrénica y pistolera de quienes, con la miseria de la carencia de valentía entre las piernas, se refugian ahora en algún caserío cómplice.

ETA, siempre lo ha dicho el periodista que durante dos años dirigió TVE-Navarra y sufrió graves amenazas de Batasuna, incluso por escrito, y cuyo testimonio se desliza en un imborrable recuerdo de pena, siempre ha sido, es y será ETA. Una organización tan cruel como enfermiza de la más dura psiquiatría de encierro ahora que los miserables De Juana Chaos, Otegi , y tanto enfebrecido y vocinglero canalla, guardan un sorprendente silencio desde el presidio ¿de una próxima libertad?

El periodista ha pasado, recientemente, unos días entre la solemne hermosura del País Vasco, donde existe un indescriptible miedo. Y soledad. Y silencio. Y pena. Y lágrimas ocultas, en medio de las páginas de las aldeas y los pueblos, porque en cualquier esquina y en el momento más inesperado, claro, puede asomar el cañón de la Parabellum.

XLA DEMOCRACIAx del País Vasco, una inmensa comunidad autónoma española, mal que les pese a unas minorías destempladas de sensibilidad, ruge de llanto entre banderas rojigualdas que se esconden en los almacenes, entre letreros de amenazas mil, entre miradas cabizbajas de la gente llana que prefiere hablar del Athlétic, que no atraviesa sus mejores momentos, de un deporte pleno de belleza como es el frontón, o echarse unos txiquitos tras haber cumplido, con sacrosanta honestidad, el laboreo de la jornada.

Hoy redoblan por las campas, otra vez más, ay, las campanas del luto criminal por culpa de los hijos de la gran- ETA. Y es una lástima que la educación y la decencia no permitan sustituir la miseria humana de la palabra ETA.

Y si un día este analista, siempre confiado en la regeneración humana, que vio con sus ojos la tragedia de cuerpos desparramados por la goma 2 y las balas de la traición y familias destrozadas de cuajo, se mostró partidario de la inagotabilidad de la esperanza y de los máximos esfuerzos y coordenadas de entendimiento, hoy se ratifica, con esencia democrática en los mismos principios, pero con la entrega de las armas, con la actuación de la justicia, con las penas de cárcel. Esa es una de las grandezas del régimen democrático.

En ocasiones, aún con la barbarie alimaña, hay que posibilitar una dosis de una excepcional paciencia para que todos, con el corazón y el alma sangrando de dolor, hagan ondear la bandera de la moral a media asta. Por sentimiento, sí. Por solidaridad con las víctimas, por supuesto. Pero también hay momentos en que la democracia, lamentablemente, no se puede permitir tan siquiera el más mínimo atisbo de ofrecer la mano para ayudar a cruzar la corriente del río a quien ahogándose, y con un lastimoso y desencajado rostro de cobardía, saca las embarradas manos para pedir auxilio. Una traicionera petición de socorro para que, cuando la generosidad democrática posibilite al náufrago alcanzar la orilla de la salvación, éste último haga uso de su emperramiento y amoralidad, de su locura salvaje, y disparar una ráfaga de metralleta contra el cuerpo de su salvador, en nombre de la independencia, tras la que se esconde un suculento negocio de cuatro hijos de la gran- ETA.

ETA ha vuelto a sobrepasar, con la terrorífica sangre fría y canallesca frialdad que preside a sus miembros, la línea roja hacia la que miramos, siempre, con esperanza los españoles que amamos la libertad contra ese miserable fascismo de impiedad y carencia del más mínimo pudor moral, social, histórico, cultural, político y democrático.

En esta hora de la más absoluta y necesaria unidad demócrata, cuando todos los españoles aunamos nuestras más sentidas lágrimas, y se escucha el vergonzoso y humillante latido de estos cánidos salvajes y asilvestrados, en medio de la mágica y sobrecogedora espesura de los bosques vascos, reflexionamos si un día, de verdad, a través de la coherencia y la razón entre todos, seremos capaces de acabar con esta lacra etarra, y cuyos miembros, aún desde el encarcelamiento, tienen el impudor de hacer de su capa un sayo.

¿O no recordamos cómo, hace escasas semanas, un terrorista, Iñaki Bilbao , apuntaba con sus ensangrentadas manos, simulando una pistola, a un juez en la misma sala en la que prestaba declaración?

¡Con qué admirable y ejemplar serenidad corretean las aguas democráticas en su imparable destino del entendimiento, de los mayores esfuerzos hacia un diálogo que unos bárbaros y desalmados pretenden dinamitar con obstáculos repletos de pólvora, y de la inmensidad de la belleza de la libertad de nuestros hombres y mujeres!

*Periodista