En la pasada década, las calderas de la Historia cocieron guisos de difícil digestión, cuyos males llegaron a salpicar a un país que se creía inmune ante cualquier peligro. Recuérdese el llanto de los EEUU, con ocasión del trágico 11-S, que fue como una cósmica lanzada sobre su formidable Imperio, al ser sorprendido con un nuevo Pearl Harbor . Aterrado ante sus torres gemelas que ardían como gigantescas antorchas, decidió poner al frente del país un poder mesiánico, que fuera como el gran arquitecto del restablecimiento de la nación humillada. Y éste fue Barack Obama . Mientras, China, India y Brasil se esforzaban por lograr un puesto de honor en el banquete universal de los pueblos. Al tiempo que se hundía el Prestige , en España, ocurría la tragedia de Moscú, con su cáncer checheno, y Bush, Blair y Aznar , desde su arrogante tribuna de las Azores, anunciaban la guerra en Irak ante unas hipotéticas armas de destrucción masiva; era tumbado el sátrapa Sadam Hussein , de su estatua de hierro, pero, de citada contienda, que no pudieron parar todas las pancartas del mundo, ha seguido corriendo mucha sangre, a la vez que Bin Laden continúa, obstinado, poniendo su firma macabra en un terrorismo omnipresente. Por otra parte, la matanza de Atocha sería para los españoles una cruel tragedia, más la sacudida de la T-4 de Barajas, que saltaba por los aires, a una orden de ETA- Completa el mosaico la zarpa del paro, el estallido de la burbuja inmobiliaria y una masiva llegada de inmigrantes a nuestro país, demasiado generoso en recibirlos. Mientras tanto, la alerta del cambio climático, tras la voz jeremíaca de Al gore, fletaba una cumbre en Copenhague, acabada casi en un fiasco.

Y ¿qué sucedía en el III Mundo? Sangrado por sus hambrunas y guerras tribales, era víctima de una severa carestía de recursos, a pesar de la cacareada globalización y de los plausibles testimonios de las ONGs, que sólo podían ofrecer algunas migas de pan. Ante los fotogramas de esta película , con algunas bonanzas, ¿qué se puede hacer? Ante todo, no "pecar contra la esperanza", como postula el escritor uruguayo, Eduardo Galeano , y rectificar, cuanto antes, los errores cometidos, mientras escuchemos a Cicerón quien, en el senado romano, afirmaba: "La Historia es maestra de la vida". Sáquense, pues, las oportunas conclusiones, sin que falte el flagelo de la autocrítica, pues, de lo contrario, los próximos diez años reflejarán el mismo, o similar panorama-