La red se ha convertido en el mentidero universal. Mentidero y vertedero a la vez. Internet como en todos los ámbitos de la realidad --y el virtual no puede ser menos-- es un reflejo de lo que somos, de todo lo bueno y también de las vergüenzas más absolutas del ser humano.

Recuerdo cuando era pequeño las famosas cartas en cadena a las que había que aportar una peseta a cada una que se enviase. Si no se seguía caía sobre ti una maldición gitana como si hubieras roto siete espejos de golpe. Al final de la cadena un tipo sin escrúpulos se hacía con miles de monedas. Hoy las redes sociales han actualizado timos como éste. Todos somos julays en potencia a cuya puerta, léase wasap o correo electrónico, se llama para pedir ‘pasta’. Y los timadores son expertos en conmovernos con sus relatos, historias que nos abren las carnes. Tampoco hay mucho margen para comprobar si son ciertas o no, así que en muchas ocasiones para acallar nuestra mala conciencia realizamos una aportación económica para la familia de ese niño con una enfermedad rara e incurable. Y cruzamos los dedos y damos gracias a Dios por no ser víctimas de esta desgracia.

Aprovechándose de ese noble sentimiento que es la compasión humana, Paco Sanz, supuestamente aquejado de síndrome de Cowden, que ya solo el nombre mete miedo, ha recaudado más de 200.000 euros de donantes anónimos. Decía que había generado 2.000 tumores. El hombre tenía mala cara, lo que contribuía a dar veracidad al embuste. Lo cierto es que Paco se enfrenta a acusaciones de estafa, blanqueo de capitales y apropiación indebida. Lo peor eran las ‘tomas falsas’ que se han descubierto y que revelan a un enfermo irrespetuoso con sus benefactores a los que hace una ‘peineta’ y les pide dinero de forma descarada. También duda si meterse la sonda nasogástrica por el ano. Qué pena que acertara y se la metiera por la nariz. Refrán: Somos muy valientes cuando no hay nadie enfrente.