Cada día salen noticias de mujeres maltratadas o asesinadas a manos de su pareja. Cada vez hay más protección para las mujeres, ya que 70.000 mujeres llevan escolta. Y cada vez aumentan las medidas de control. Los resultados, sin embargo, ¿son positivos? ¿Ha disminuido el número de mujeres víctimas de la violencia? ¿Es efectivo aplicar solo medidas de control o hace falta un tratamiento terapéutico de los hombres violentos? La violencia, generalmente, se instala dentro de la dinámica familiar y, por tanto, afecta a todos los miembros de la familia, a los agresores y a sus hijos. Los hijos pueden convertirse en un futuro en víctimas fáciles de malos tratos, lo que provoca que en ellos empiecen a asentarse las bases de la violencia como parte de su aprendizaje. Aunque no se puede justificar su comportamiento violento, el agresor es un ser humano que sufre, no sabe controlar sus impulsos, tiene una baja autoestima y poca habilidad para entablar relaciones.

Hay que considerar que la mayoría de los agresores sufrieron en la infancia maltrato físico, psicológico o sexual; la violencia está en su vida como forma de relación habitual y se transmite de generación en generación. Hay que ayudar a las dos partes. A la víctima, para que deje de serlo y rompa todas sus dependencias del agresor, y al agresor, para que igualmente deje de serlo mediante un tratamiento adecuado. Si un mayor control genera más violencia, hay que abrir un espacio en el que tenga cabida el tratamiento psicológico de los hombres violentos. El objetivo es prevenir la violencia en beneficio de toda la familia.

Silvia Macassi **

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