TEtl señor Trillo está otra vez de actualidad por infaustos motivos. El exministro de Defensa que se hiciera famoso a fuerza de citas egregias, llenas de sabiduría popular y retórica épica como "¡Manda huevos!" y "Al alba y con viento de Levante", doctor en Shakespeare y experto en Góngora , saltó a la palestra hace unas semanas atacando el contubernio Bermejo-Garzón y a lo mejor hasta se cree el responsable de la caída del primero cuando este no se hundió sino por su gesticulación chulapa y torera. Ha vuelto a salir en los papeles al negar hasta por tres veces a José Tomás , el sastrecillo de Camps, para unos liante y para otros valiente, que no es el gran torero triste y suicida, sino un costurero muy largón por el que nos hemos enterado de que Trillo, además de ser algo cursi y peripuesto en el vestir tiene los brazos muy cortos pues siempre había que acortarle las mangas. El estratega de Perejil y exministro poeta se libró de ser imputado en el ominoso caso del Yak, pero el actual proceso sobre la repatriación de los cadáveres está sembrando razonables dudas acerca de la limpieza de su actuación. Quizá Trillo hubiera estado más guapo guardando desde entonces un respetuoso y discreto silencio pues muchos testimonios apuntan a que fue su prisa por oficiar el Funeral de Estado ante el mayúsculo cabreo Real, la que propició la macabra confusión y el turbio engaño en la identificación. Se proponen diversas cabezas de turco, pero lo fundamental es que los caídos fueron tratados sin el debido respeto y honor, en una vergonzosa serie de irregularidades que se diluyen entre los forenses de Trebisonda, el cónsul de Estambul y varios generales. Trillo, que es hombre culto, debería recordar el llanto de Príamo capaz de conmover al mismísimo Aquiles y hacerle devolver el cuerpo del infortunado Héctor. Desde Troya el rito funerario en el homenaje a sus muertos es el único consuelo y reparación que les queda a los familiares. Aquí alguien hurtó a nuestros héroes el honor debido y todavía no ha pedido perdón.