TFtue Merlín el gurú más influyente del rey Arturo. El norteamericano John Steinbeck --en su novela Los hechos del rey Arturo y sus nobles caballeros-- lo describe así: "Este Merlín era un hombre sabio y sutil con extraños secretos proféticos". Sin embargo nunca sabremos, lamentablemente, si el mago Merlín hubiera conseguido vaticinar con razonable exactitud los resultados electorales del domingo. Sabemos, en cambio, que la mayoría de los institutos demoscópicos fracasaron.

Erraron los publicados hasta la fecha límite para divulgar encuestas. Pero se equivocaron también --salvo alguna excepción que logró, como mínimo, aproximarse-- el mismo 14-M, a las ocho de la tarde.

Pero Merlin --además de sus dotes como augur-- era un tipo con sentido común. Al rey Arturo le dijo: "A todos, en alguna parte del mundo, nos aguarda la derrota". Es ésta una lección que debería asumir con urgencia la derecha. Probablemente la victoria de 1996 y, sobre todo, la del 2000, acentuaron aún más la dimensión pequeña y mezquina que caracteriza a Aznar. Esta derecha debe saber asimismo que, tras el último veredicto de las urnas, corre peligro de ser incluso políticamente destruida, o autodestruida por las convulsiones internas que se avecinan. El PP ha sufrido un varapalo de gravísimas proporciones. Su hundimiento no se parece al de UCD, pero no queda demasiado lejos del mismo.

Observadores desconcertados se preguntan estos días cómo es posible que yendo bien, o relativamente bien, la economía española, gracias al viento de popa de la prosperidad económica internacional --sin menospreciar por ello el acierto de Rodrigo Rato como timonel--, el PP haya sido desalojado tan estrepitosamente del poder. Y es que lo que ha sucedido no se explica más que desde el hartazgo social --desbordado al fin--, consecuencia de la ausencia clamorosa de escrúpulos de Aznar y de sus colaboradores más inmediatos, incluyendo naturalmente al sucesor interruptus, Mariano Rajoy, porque --en el mejor de los supuestos-- quien calla, otorga. España sanciona la mentira de Estado , publicaba el martes --a toda página y en portada-- el diario Le Monde. Aferrado al poder, negándose a la evidencia de que había caído en desgracia, el conde-duque de Olivares --narra el historiador J.H.Elliot -- escribió en 1643 a Pierre Roose, uno de sus hombres de confianza: "La borrasca es grande (...) pero un solo accidente lo puede mejorar todo". El accidente le llegó al tándem Aznar/Rajoy a primera hora de la mañana del jueves. Fue mucho peor que un accidente: fue un genocidio. No importó nada. Se puso en marcha, en todos los frentes, una nueva mentira de Estado. Había que ocultar la autoría de Al Qaeda y obtener el mayor rédito en las urnas gracias a ETA. Fue la última y acaso la peor de las tropelías de Aznar. Esta gota tan amarga hizo que el vaso de la paciencia ciudadana se derramase sin contención posible. El PP ha de reflexionar, y con urgencia. No estamos ante el dilema --ya de por sí relevante-- entre derechas o izquierdas. Estamos ante algo mucho más grave: o democracia o autoritarismo más o menos camuflado. Es la hora, pues, de reconstruir una derecha dialogante y moderada. Es el tiempo de políticos como Ruiz-Gallardón. Aunque una operación de tal envergadura acabe comportando la creación de un partido de extrema derecha. Ahora están juntos --centristas y fachas-- en el interior del PP. Peor aún: están revueltos. La democracia necesita terminar ya con tamaña confusión.

*Periodista