Las bolsas de Fráncfort y de Dublín cerraron este viernes en positivo, respirando aliviadas ante la inminencia de un acuerdo para poner en marcha el plan de ayuda para reflotar la delicada situación económica que afecta a Irlanda.

El Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea han desplazado sendos equipos a Dublín para negociar con las autoridades del país los términos del acuerdo que estabilice la economía local y que evite, de paso, que su situación contamine al resto de Europa.

Si no se producen contratiempos, la semana próxima podrán anunciarse los términos en que el mundo echará una mano al antiguo tigre celta para que pueda restañar sus heridas e iniciar el camino de la recuperación.

Un patriotismo no disimulado en el mundo de la política irlandesa presenta una fuerte resistencia no tanto al apoyo internacional, sino a las condiciones que con seguridad le van a acompañar.

Quienes desde Dublín profieren frases tan pomposas como que se trata de un día triste para Irlanda o que nunca había vivido una época tan negra desde su independencia no consiguen distraer la atención sobre el verdadero problema que afecta en estos momentos a todo el país.

Su modelo económico --solo parecido al español por el gran peso que en su seno encuentra el sector inmobiliario-- dio enormes rendimientos durante unos años, pero ahora se ha hundido. Y no solo eso: una parte del milagro irlandés respondía a la importación de capitales que propiciaba una fiscalidad sin parangón entre los grandes países europeos, los mismos que ya ponen como condición que cambie su fiscalidad.

No tendría sentido que la Unión Europea ayudara a Irlanda con fondos públicos procedentes de contribuyentes que pagan muchos más impuestos que los irlandeses y que aquellos que fijan su residencia en la isla, convertida desde hace años en un seudo paraíso fiscal.

Mientras en España, por ejemplo, el impuesto de sociedades es del 30%, en Irlanda es del 12,5%. Alemania y Francia ya lo han dicho claramente, Irlanda debe contribuir a su propio rescate.

El primer ministro, Brian Cowen, está convencido de que podrá sacar adelante un nuevo plan de ajuste de 15.000 millones de euros para llevar el déficit al 3% en el 2014, pero, dada la recesión de su economía, la baja capacidad recaudatoria de Irlanda, que en otros tiempos fue tan positiva, ahora pesa como una losa y hace increíbles esos proyectos.