WLw a economía española vive días de sobresaltos y de noticias espectaculares, muchas de ellas positivas. Mientras la bolsa lleva varias jornadas batiendo récords históricos, los planes de pensiones se revalorizan a tasas muy altas y los beneficios de las empresas siguen creciendo, el Gobierno presenta en los presupuestos generales para el 2007 un cuadro macroeconómico de superávit de las cuentas públicas, según el cual la bonanza continuará en los próximos trimestres. Muchos factores envían un mensaje coincidente: estamos atravesando lo que parece ser el escalón alto de un ciclo alcista que dura ya casi una década. Y lo que es todavía mejor, esto está ocurriendo al mismo tiempo que se corrigen, aunque con manifiesta timidez, los dos grandes puntos oscuros: la inflación y el déficit exterior.

En esta semana también se ha conocido el índice de precios al consumo armonizado (IPCA) de septiembre, un indicador elaborado por el Instituto Nacional de Estadística (INE) que mide de forma muy rápida --de hecho, lo hace antes de que acabe el mes-- la evolución de los precios. Pues bien, según el IPCA, los precios han caído 8 décimas este mes, con lo que el índice interanual de inflación quedará en el 3%.

Es cierto que el precio de las hipotecas, que es un factor que pende y crea incertidumbre en muchas familias españolas, se encuentra en una escalada sostenida y a la que no se le ve el final, y que la carestía de la vida está todavía lejos de situarse en los niveles medios de la Unión Europea (UE), pero este dato demuestra hasta qué punto nuestro endémico diferencial de inflación está relacionado con los precios del petróleo. En un momento en que, por muy diversas razones, se moderan los precios del crudo, el IPC español tiende a la convergencia con el de los países centrales de la UE. Eso no quiere decir, evidentemente, que nuestra economía quede libre de otros desequilibrios y de una preocupante pérdida de competitividad.

En cuanto a la actual escalada de la bolsa, todos los analistas apuntan en la misma dirección: a diferencia de lo que ocurrió hace seis años, cuando en pleno apogeo de las empresas puntocom la bolsa alcanzó índices similares a los de ahora, hoy no son los inversores particulares sino los grandes conglomerados de la construcción y de la energía los que mueven los índices al alza. Nos encontramos, por tanto, ante otro perfil del juego bursátil. Ya no tiene protagonismo el llamado capitalismo popular --el de las familias que invierten sus ahorros en títulos más o menos prometedores--, sino el movimiento de capitales de grandes compañías que vuelcan sus plusvalías en sectores que tienen un futuro asegurado. Así, los grandes beneficios del negocio inmobiliario español han terminado por encontrar acomodo, a veces por las malas, en sectores con perspectivas de gran desarrollo. Y el energético es el principal de ellos.