Con el adiós del Cáceres a la élite del baloncesto español después de once años en la ACB, escenificado el sábado en un ambiente desolador en el Pabellón Multiusos, se esfuma un sueño que, para algunos, duró demasiado tiempo, sobre todo teniendo en cuenta que en esta su última temporada el equipo acabó arrastrándose, virtualmente, por las pistas de media España. Pero el fin del baloncesto extremeño en la máxima categoría representa solamente la antesala de lo que puede venir para el resto de equipos que, hasta ahora, militaban en diferentes disciplinas deportivas. En fútbol, puede suceder con el Badajoz, aunque todavía quedan seis jornadas para acabar la liga en Segunda División. En Segunda B, ni el Cacereño ni el Extremadura tienen posibilidades ya de jugar la liguilla de ascenso. Seguimos en el pozo.

Y es que el deporte de élite extremeño, por calificarlo así, vive esta temporada sus horas más bajas. De nada sirve lamentarlo. O recurrir a planteamientos críticos que solamente tengan a las administraciones como diana. La culpa, en la mayoría de los casos, como en la del Cáceres CB en baloncesto, radica en la falta de un proyecto sólido, sustanciado en un patrocinador que, en este caso, nunca llegó. También los apoyos son básicos. Pero si nada tienes que ofrecer, y la afición te da la espalda, resulta muy difícil exigir ayudas, que indudablemente suelen ser válvulas de oxígeno para las cuentas de un club. Ahora habrá que pensar en el futuro. Y en un proyecto a muy largo plazo, con solidez y respaldo social y económico. De lo contrario, aventuras como la del Cáceres se quedarán sólo en un buen recuerdo. En un gran recuerdo.