Humildad, ilusión y esfuerzo

Tiene otras este camino tan recomendable como arduo. En eso estamos los profesores, y quienes conocimos de oídas sin vivirlo aquello tan terrorífico de la letra con sangre entra, sabemos que es cruel y falso.

Pero esa máxima dictatorial hace décadas que afortunadamente dejó de aplicarse y desafortunadamente fue sustituida por otras nada crueles pero ineficaces que, tal vez por confundir deseos con realidad, convertían la dificultad inherente a todo proceso de aprendizaje en una facilidad imposible.

Ya se comprobó el fracaso de condicionar el éxito de la educación al entretenimiento, a la construcción de las criaturitas de su propio saber, a la demonización de la memoria y la disciplina o a la creencia de que el alumno solo podía aprender divirtiéndose.

Pero por el camino se han ido quedando jirones de excelencia, ahora difícilmente recuperables. Entre vaivenes faltos a veces de un criterio sensato, algunos currículos, como el de la literatura en la Enseñanza Secundaria se adelgazaban hasta la anorexia, las humanidades perdían prestigio sumidas en una sociedad superficialmente tecnificada o la historia común se descoyuntaba en variantes regionales.

En este momento, en que parece que por fin, y gracias no tanto a la buena voluntad de todos sino a la aritmética parlamentaria, hay consenso en la necesidad de un pacto educativo, una se reafirma en su convencimiento de que el acuerdo no es tan difícil si se abandonan sectarismos, y si se trabaja en lo esencial en lugar de perder tiempo y esfuerzo en que cada legislador ponga su huevo cambiando la nomenclatura como si esta pudiera sustituir a la dedicación, la motivación y la constante formación del profesorado. Este tiene un reto apasionante. Y solo podrá enfrentarse a él con la humildad para reconocer que todavía tiene mucho que aprender, la ilusión para hacerlo y el esfuerzo que exige lo que verdaderamente vale la pena.

* Profesora