Dentro de su obsesiva reiteración, el lehendakari Ibarretxe siempre suele reservar espacios para la sorpresa. Prometió una consulta y se ha desmarcado con un trío de preguntas: formalmente dos, pero la segunda es doble, con lo que esperábamos un referéndum y ahora tenemos tres en uno, como el famoso aceite. La metáfora del lubricante sirve para describir una propuesta política que, como aquel, es viscosa, turbia y resbaladiza. El dirá que servirá para desatascar la situación política, pero puede llevar al derrape.

Con su propuesta, Ibarretxe se proclama definitivamente independiente. Con la exclusión de una condena nítida a ETA, el lehendakari se independiza de su partido cuyo presidente, Iñigo Urkullu , se había declarado hace unos días partidario de que la consulta la incluyese. Independiente también del marco legal de un Estado, del que es máximo representante en su territorio, que no prevé una iniciativa como la que propone sin romper las costuras de la norma. Independiente del mandato de los vascos, que lo eligieron para resolver problemas y no para devolvérselos envueltos en una urna. Independiente del lenguaje político homologado que tuerce hasta el extremo para esconder la autodeterminación, el referéndum y la adhesión bajo los eufemismos de consulta, derecho a decidir y negociación. Independiente, en fin, de sí mismo cuando olvida su compromiso - "principio ético ineludible", --dijo en su día-- de que cualquier proceso como este debería emprenderse en un marco de ausencia total de la violencia.

En esa maraña independentista sólo se vislumbra una dependencia. Que salga o no adelante su iniciativa en el Parlamento Vasco depende de los votos del PCTV, como su primer Plan Ibarretxe sólo se salvó gracias a los votos de tres individuos -Otegi, Permach y Salaberría -- encarcelados hoy por su relación con ETA. Maldita dependencia para un político que se declara tan independiente.

Por si todo esto fuera poco, la papeleta Ibarretxe contiene otros dos perversos elementos. Endosa como pesada herencia a un futuro Gobierno vasco, que no es seguro que él presida, la realización del referéndum, y, al pedir lo que no se le puede dar, impulsa una dinámica de victimismo que ETA podrá aprovechar para justificar crímenes futuros. Ya lo dijo el expresidente del PNV, Josu Jon Imaz , cuando advirtió de que la consulta podría ser el Plan B de ETA para matar en defensa de una presunta voluntad popular desatendida. Aquel artículo, No imponer, no impedir , terminaba con un contundente "no en nuestro nombre" que suscribimos.