XLxos griegos fueron los primeros europeos que usaron la cabeza para poner a la naturaleza a la altura de sus alpargatas de cuero y de sus coturnos. Por eso es gratificante comprobar cómo los griegos, una vez más, con un fútbol sin estridencias, ordenado y hecho a la medida humana, se han burlado de los dioses del mercado y de la publicidad, que es como burlarse del Júpiter moderno, pero sin Aquiles, sin Licurgo, sin broqueles y vestidos de calzón corto, que tiene mayor mérito. Ellos inventaron la lógica y la ironía, y a ellos vuelve en forma de vertical copa de plata. Yo me alegro por Grecia, de todo corazón. Aunque sólo sea por lo emocionados que se les veía a los muchachos entonando su himno nacional. Qué menos. Ya que están ahí para defender una idea, que lo hagan con entusiasmo y como si de cada jugada tuvieran que rendirle cuentas al mismísimo Aristóteles. Es lo que espera de ellos el público, ver entrega y entusiasmo por esa idea esférica con la que le han calentado la cabeza durante todo el año.

El que suscribe estas palabras se identifica y comprende la alegría de la hinchada y de los jóvenes deportistas porque comprende que lo que ha triunfado sobre el césped no es la habilidad de colocar balones entre las redes, que es cosa que está al alcance de cualquier equipo, sino una abstracción, una estrategia, una idea. Angel Escudero, prestigioso cirujano de Valencia que lleva más de treinta años interviniendo a sus pacientes sin otra anestesia que su pensamiento, opina que una idea es en cierto sentido algo biológico, es decir, algo real y palpable que nace desde nuestra extraña y desconocida animalidad y que puede llegar a afectar positivamente al organismo. El mismo consigue con este invento mitigar el dolor físico de sus enfermos, con lo cual abandonan el quirófano tan panchos como un metrosexual que sale de la peluquería de hacerse una permanente. Su técnica recibe el nombre de noesiterapia, que es, por supuesto, palabra de origen griego, ya que el idioma griego fue la primera gran copa que los helenos inventaron y ganaron para Europa y para el mundo entero, y cuyo jugo se ha filtrado en nuestra sangre ibera de tal modo que, naciendo de la pluma de ganso de Gonzalo de Berceo, ha llegado a la prosa gansa de Estopa y a la retórica futbolera de Míchel. Y el filósofo Roland Barthes ha escrito que la retórica es un poder. Que también la lengua es una idea. Aunque siempre haya quien ha pretendido convertirla en ideología. Pero no es eso. La idea es un gol por la escuadra, un gol cabal que le mete el hombre a sus instintos y a su animalidad. Una idea es una cerilla en una cueva, un faro en una tormenta. La idea, como la poesía, no es patrimonio del que la busca, sino que se entrega ella solita a quien más simpático le cae. Pero, la palabra, no; la retórica es una "técnica privilegiada que permite a las clases dirigentes asegurarse la propiedad de la palabra". Por eso, cuando un político hablaba estos días atrás de "la recuperación de los valores cívicos de austeridad, humildad, amor por la libertad, compromiso, honestidad y generosidad" se tiene la sensación de que, más que ideas, lo que esconden estos términos son simples palabras, algo así como que se están echando balones fuera. Porque, digámoslo claro, ¿es posible recuperar lo que nunca se ha tenido? ¿es que en verdad a alguien le interesan los valores cívicos? Comprendo que tiene su lógica que un alto dirigente emplee términos altos, redondos y llenos de aire como balones de reglamento, del mismo modo que es lógico que Beckham, siendo una estrella, lance los penaltis al cielo. Pero si de lo que se trata es de poner ideas gastadas sobre el campo de juego, que lo hagan al menos con una retórica viril y efectiva, como el equipo griego.

*Escritor