TEtl viaje del Papa a Africa ha coincidido (por casualidad) con el inicio de la campaña de la Conferencia Episcopal contra el aborto, poniendo en evidencia que la posición de la Iglesia católica es irreductible: no hay otra solución para controlar el sida y la procreación no deseada que la castidad.

La sociedad civil evoluciona y deja en evidencia el inmovilismo de la Iglesia. La única ventaja es la confesión, institución que todo lo lava; pero las reglas son cada vez de más difícil cumplimiento porque las costumbres sociales se acomodan mientras que las exigencias católicas se mantienen.

Predicar lo imposible acaba por motivar dos conductas: el cinismo o el abandono. Si no se pueden utilizar anticonceptivos habrá que correr el riesgo de embarazos no deseados; si no se pueden utilizar condones, o no se practica el sexo fuera de la fidelidad mutua del matrimonio o se participa en una ruleta rusa con la enfermedad que está haciendo estragos en el continente africano y es una realidad todavía incurable en todo el mundo.

La homosexualidad es considerada una aberración y el matrimonio o la unión de personas del mismo sexo una extravío para los teólogos de Roma.

Ahora el lince ibérico es el anagrama de la nueva campaña contra la interrupción voluntaria del embarazo en una ecuación rebuscada: el gobierno socialista protege especies en vías de extinción mientras fomenta la destrucción de la vida humana. Un debate antiguo al que sin embargo tiene derecho la Iglesia como cualquier sociedad legalizada. Exponer su opinión es libre. Intentar su cumplimiento influyendo el código penal, un atrevimiento de otros tiempos.

El problema radica en que ninguna de las conductas que combate la Iglesia de Roma pueden ser obligatorias para los no católicos: las leyes las hacen posibles pero no son imperativas. No es la sociedad quien tiene un problema porque la moral que debe regir cada conducta es individual. El reto de los obispos es conseguir que los católicos les hagan caso. Que no es poco. Pero la sociedad civil tiene sus propios mecanismos legales y sus propios derechos. En el universo del islamismo radical, la religión domina la sociedad. Ocurrió hasta el Renacimiento en la vieja Europa.

Y la modernización, su esencia, fue precisamente la desaparición del control de la sociedad por parte de la Iglesia de Roma. Gracias a eso podemos saber, por ejemplo, que es la Tierra la que gira alrededor del Sol y no al revés. Los obispos debieran meditar sobre las exigencias de su parroquia porque corren el riesgo de quedarse muy solos. Rehabilitar a Galileo debiera ser algo más que un gesto.