La aceptación expresa de la policía de Irlanda del Norte por los miembros del Sinn Féin, brazo político del IRA, marca un inédito y esperanzador ritmo en este torturado y dividido territorio que había perdido la satisfacción en su propio ser. Para cobrar plena conciencia del valor histórico de la asamblea desarrollada el domingo en Dublín baste recordar que esa misma policía con la que se dispone ahora a colaborar el partido de Gerry Adams, es la misma que ha combatido el grupo terrorista y matado a muchos de sus miembros, durante más de cien años. Ahora, podrá reclutar de nuevo a católicos sin que se conviertan en objetivos que exterminar, y permitirá combatir con mayor eficacia a las mafias republicanas y protestantes, que extorsionan, aterrorizan y trafican con drogas en los condados que controlan.

Se abre una luz entre las nubes y sombras que han atenazado a los norirlandeses estos decenios. Se trata, sin duda, de un triunfo político de Adams, y también del primer ministro británico, Tony Blair, y de su colega irlandés, Bertie Ahern. Todos han trabajado en forjar un acuerdo entre las dos comunidades para gobernar en coalición al millón y medio de habitantes de la provincia. El acuerdo votado "es mucho más grande que nosotros, es mucho más que el Sinn Féin, está directamente relacionado con el bien común", exhortó Adams. El acuerdo es crucial para persuadir a los unionistas de Ian Paysler a compartir el poder con sus eternos enemigos en un acuerdo que pasaría al libro grande de la historia y permitiría, previamente, celebrar elecciones el próximo 26 de marzo.