Licenciada en Derecho

Las fiestas navideñas son utilizadas por los publicistas para reanimarnos en nuestra solidaridad. La imagen más recurrente es la de los más pequeños del denominado tercer mundo reclamando de nosotros un poco de caridad. Molesta tremendamente la utilización gratuita de sus imágenes, de sus llantos, de sus identidades. No es de recibo que se prive a esos niños de su privacidad, por muy buena causa que sea el recabar dinero en nombre de la pobreza.

En nuestro país a nadie se le permite utilizar la imagen de un menor, sin mayor cortapisa, en los medios de comunicación. Así pues --me pregunto--: ¿no tienen derecho estos niños, a pesar de ser pobres? Rechazo esta forma tan indigna de tratar la imagen de un pequeño, por muy pobre que sea, y por mucho beneficio caritativo que se pretenda conseguir de este hecho.

Si de verdad apostamos por ser mejores, solidarizándonos con los que carecen de los mínimos recursos para vivir, no podemos hacerlo bajo el epígrafe de todo vale . El compromiso debe de estar con las causas, más allá de las maniobras publicitarias, que aunque consigue, en principio, sensibilizarnos, evita, en la mayoría de los casos, comprometernos y emprender una batalla contra los que provocan esas grandes desigualdades, porque efectivamente existen. Por esto propongo que en lugar de utilizar los rostros de las víctimas, utilicemos las de los que causan estas víctimas --los prepotentes, los dictadores, los totalitarios--. Y así le daríamos al efecto publicitario que se quiere conseguir con estas campañas el verdadero sentido de la justicia; además de evitar pisotear el derecho de los más pequeños a la inviolabilidad de su privacidad.