Ser concejal o alcalde de un pequeño municipio debe ser una tarea ingrata, y más en estos días. A la consabida labor de zapa de las maledicencias y envidias propias de los pueblos, se une la falta de consideración y de respaldo de muchos. Hay sequía. Falta de riego monetario. Europa ya no ve con esos buenos ojos --de ciego-- que las inversiones en los núcleos desfavorecidos favorezcan siempre a familiares y conocidos. Los fondos europeos sirven para pagar las nóminas de los puestos creados de la nada en los consistorios, o para edificar sus chalets en las afueras. Para crear la riqueza de unos pocos y en el fondo, no beneficiar a ninguno. Ya se ha agotado el cupo de hospitales comarcales y residencias de ancianos; las enfermedades o la dependencia no son valores al alza que coticen en bolsa y nunca darán los esperados dividendos. Los empresarios de la automoción prefieren mano de obra barata y países donde el movimiento sindical no meta tanto la suya y la protección social o los derechos de los trabajadores se consideren exóticos productos de lujo. Y como ya casi no queda suelo urbanizable y los amigos constructores ya no tienen suelto, hay que buscar otras opciones.

Es imprescindible tener imaginación. La misma que se ha usado durante años para mantenerse en los cargos y a nuestros pueblos y ciudades en un estado semivegetativo. Un edil inspirado da mucho más miedo que un funcionario corrupto. Y sus iniciativas pueden ser tan variadas como descabelladas cuando se pone a pensar en el bien común de sus vecinos. Así se levantan urbanizaciones en medio de la nada, polideportivos que luego se caen por falta de uso o mantenimiento, se tiran y levantan los mismos muros o se contratan festejos versallescos tras muchas reuniones, comisiones y dietas para lograr el ansiado objetivo; hacer que todo reluzca, aunque esté hueco. ¿Es que no hemos aprendido nada de los reveses que devuelven los supuestos avances del progreso? ¿Ya se han agotado las ideas y no queda más salida que procesar lo que otros no quieren, construir modernos cementerios o eficientes vertederos para espantar la decadencia y la agonía de nuestros pueblos?