Diputado del PSOE

A estas alturas del proceso histórico de expansión de EEUU nadie puede abrigar la menor duda del corte clásico del Imperialismo Norteamericano.

Y esta primera constatación explicita el fracaso del llamado mundo desarrollado para instaurar un orden internacional nuevo, acorde con el desarrollo tecnológico alcanzado, capaz de movilizar recursos suficientes para erradicar las grandes lacras de la humanidad: el hambre, la guerra y la enfermedad en la medida de lo posible.

No ha sido posible, y lo que es peor, el escaso camino recorrido se desanda con rapidez. La Organización de Naciones Unidas, sucesora de la anteriormente fracasada Sociedad de Naciones, queda desde su creación cautiva del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, en el que las grandes potencias se convierten en miembros permanentes con derecho al veto.

Aún así, hasta ahora ha cumplido una importante función legitimadora, a pesar de sus rotundos fracasos en diversas partes del mundo, en prácticamente todos los continentes.

A Naciones Unidas se le han negado, y ahora se le niegan más que nunca, las competencias necesarias y los recursos suficientes para conseguir una organización eficaz, es más, instrumentos imprescindibles, como una Corte Universal de Justicia, reconocida por todos y con capacidad para ejercerla ha sido vetada, y a su vez las grandes potencias, ahora prácticamente la única gran potencia los Estados Unidos de América han tratado y tratan de convertirla en un instrumento más de sus propias políticas nacionales.

Constatado, con mucha tristeza, este fracaso de la humanidad, los diferentes intereses económicos y las intransigencias culturales se convierten en una selva infranqueable, en la que el imperialismo más rancio y anacrónico florece con exuberancia y como hace dos mil años los intereses específicos de una nación, Estados Unidos, se confunden con los de la humanidad, e incluso el talante y la personalidad del cesar condicionan la paz y el bienestar de los pueblos de la Tierra. Cuestión en la que ahora no estamos en el mejor de los momentos con Bush de presidente.

En el ejercicio de su imperio, Estados Unidos quiere asegurarse tanto el dominio del petróleo en la región de Oriente Medio, como de la hegemonía israelí en la zona.

Y a estas alturas del contencioso entre Irak y USA, nos queda claro que lo que haga lo hará porque quiere, independientemente de lo que ocurra en Naciones Unidas. Por otro lado la profunda crisis económica de carácter generalizado y no muy diferente en sus causas a la de 1929, crea un marco muy propicio a la guerra. En la UE, a pesar de los esfuerzos habidos en unificar posiciones y el inteligente posicionamiento de Francia y Alemania en esta cuestión, siguen pesando más en las ocasiones críticas, los lazos económicos culturales de carácter nacional, cuando no mezquinas actitudes de servidumbre que pretenden recompensas personales futuras, probablemente materializadas en cargos internaciones de confianza.

Nuestro Gobierno en el asunto de Irak, lo está haciendo más que mal, peor, porque nos estamos enajenando comprensiones del eje franco-alemán que en el futuro nos van a ser muy necesarias. Nuestra frontera sur es de cristal, y esto sería bueno que no lo ignorara ningún jefe de gobierno.

De ética en estos asuntos mejor ni hablar, resulta un sarcasmo, sería como hablar de castidad en un burdel. Y sin embargo, sin valores éticos, se camina siempre hacia la barbarie.