Ignacio Camacho arranca su crónica en Abc sin miramientos: "La polémica de la Asamblea de Madrid abrió el debate de si se puede ser rico y comunista, a propósito del desahogado patrimonio del portavoz de Izquierda Unida --en aquella comunidad--. El informe del Supremo sobre el indulto a los Albertos ha sembrado la duda de si se puede ser rico y honrado. Lo que parece que no se puede ser es rico y tonto, una contradictio in terminis como la que Unamuno apreciaba en el Pensamiento navarro". Sigue la reflexión: "¿Para qué les haría falta a los Albertos estafar a sus socios? Son ricos, famosos, aman y son amados por mujeres espléndidas. Hasta les invitan a bodas en El Escorial". El columnista sabe de qué va: "A estos tipos les sobra dinero hasta para darse el capricho de descabalgar a Florentino Pérez de la presidencia de ACS a los pocos días de asistir a la boda de su hija".

¿Cuestión de prestigio y lucha por el poder? Si es así, Joaquín Estefanía, en El País, avisa de las consecuencias de la supervivencia de esas castas: "Mariano Rajoy ha confirmado que su partido suprimirá el impuesto de sucesiones". ¿Pensaba en su caso como heredero de Aznar? No, el artículo va por otro lado: "Los argumentos contra el impuesto es que grava doblemente bienes que ya fueron objeto de tributación y no afecta a todos los españoles. Pero eso justifica una reforma, no la desaparición del impuesto". Y recuerda al final un editorial de The New York Times: "Sin el impuesto de sucesiones, la gestión de los recursos de la nación la dirigirán las herencias más que los méritos". Ya ocurre.