Jueves. Times Square, Nueva York. Un coche invade el acerado a toda velocidad matando a una chica y atropellando a otras 22 personas. Se encienden las alarmas. Conexión con la ciudad. Se crea la expectativa. ¿Quién conducía el vehículo? Un hombre. ¿Musulmán? ¿Refugiado? ¿Acaso converso? No. Pues a otra cosa. Ya no se le puede poner la etiqueta de atentado, ya no interesa.

Porque el hecho de que el conductor dijera, según la BBC, que oía voces, estuviera drogado y sea un veterano del Ejército no da para debates. No da para explicar que el joven de 26 años ya tenía antecedentes por conducir bajo los efectos del alcohol y las drogas. No da para explorar la situación en tantos casos traumática en la que se encuentran muchos militares en Estados Unidos y otros países una vez que abandonan las tropas.

Si el conductor hubiera sido musulmán ya hubiera habido programas especiales, debates y tertulias, infinidad de mensajes en las redes sociales. Porque si es musulmán no puede ser que también arrastre problemas psicológicos. No hay esa condescendencia como la de otros pobres locos blancos, occidentales de toda la vida.

Si es musulmán es terrorismo y si es terrorismo es ISIS que es lo que hoy se lleva. Ese es el peligro que hoy enfrentamos. El único riesgo al que parece que se enfrenta la sociedad occidental. Vende acusar a comunidades religiosas, pero poco se hace para impedir la creación de guetos. Vende defender la liberación de la mujer musulmana, pero pocas veces tenemos la oportunidad de escucharlas. Vende escandalizarse ante el extremismo del DAES, pero se hace negocios con los países del Golfo -regidos por una ideología hermana- sin inmutarnos. Vende más acusar a personas que enfrentar a toda la jerarquía de poder a las que estas también están sometidas.

El síndrome de estrés postraumático (PTSD en sus siglas en inglés) es una epidemia en el Ejército estadounidense. De hecho, el suicidio se ha convertido en la principal causa de muerte de los militares norteamericanos, por encima de la propia guerra.

Parece que el joven conductor del coche necesita ayuda y nosotros quizás reflexionar sobre dónde interesa poner el foco. No todos los males de esta sociedad se traducen en una larga barba y una chilaba.