Historiador

Hace unos meses Zapatero llevó la iniciativa de que era necesario pugnar por regenerar la vida pública. Los sucesos de Madrid hacen que sea preciso pararse a reflexionar, pues no es un problema que se circunscriba a un solo grupo político, sino más bien un elemento que contribuye a emponzoñar las relaciones entre partidos y, lo que es más importante, a echar sacos de tierra sobre la dignidad de los que dedican su vida al servicio de los demás. ¡Con el trabajo que cuesta trasladar este mensaje a la sociedad! Se produce, por consiguiente, de nuevo un punto de inflexión acerca de la paternidad de las actas. De derecho nos indican las normas que son individuales. De hecho, con la ley electoral actual todo nos lleva a pensar que el votante, sobre todo en las circunscripciones grandes, no vota a la persona, sino al partido.

En otros países europeos se ha introducido una mezcla de distintos sistemas: por un lado se continúa con el actual proporcional de listas bloqueadas pero se añade un número de distritos unipersonales en el que el ganador del escaño se hace por el método mayoritario que permite, en gran medida, una mayor proximidad al ciudadano que justificaría con su aval las distintas decisiones que el elegido tomase. De todas formas no podemos olvidar los viejos vicios que la Historia reciente impregnó a esta modalidad en nuestro país: el caciquismo, la compra de votos? En definitiva, las circunstancias que han rodeado esta polémica permiten que los políticos hagan un esfuerzo a la hora de debatir cómo solucionar situaciones a todas luces irregulares. Si la vida es cambio, no debemos conformarnos con asumir lo que tenemos. Habrá que sacar, al menos con más frecuencia, la basura a la calle.