TEtstuve en la inauguración del Auditorio y Palacio de Congresos de Mérida. Magnífico edificio, magníficos objetivos y magnífica oportunidad para dar un paso más en la proyección turística y cultural de Extremadura. Magnífico el público a pesar de alguna carta que se quejaba de los ruidos. Hay que entender que el fundamento de aquella inauguración era el edificio y no el concierto que acompañó al acto. Estábamos prendidos por la belleza arquitectónica, preñados de una emoción que se empeñaba en brotar en forma de aplauso, sonara lo que sonara, ya fuese Beethoven o Falla.

Hay que hacer un seguimiento, aquí y en las escuelas de arquitectura del mundo, sobre lo que está naciendo en las orillas del Guadiana a su paso por Mérida. Un conjunto de volúmenes que se acoplan a un pasado arquitectónico impresionante y un conjunto natural que ojalá se acople de forma armónica con las realizaciones que todos queremos para este río que vio asentarse culturas diversas.

Lo que es difícil de aceptar es este neoenfrentamiento capitalino, cutre y provinciano que presenta las inauguraciones como una carrera de obstáculos en la que se insulta al último en llegar. ¿A alguien se le ocurre denostar a Plasencia frente a Mérida porque su catedral se edificó después del Teatro Romano? ¿O alguien es capaz de enfrentar a Cáceres con Badajoz porque el palacio de los Golfines es anterior al Puente Real? ¿Entonces, por qué utilizar dos edificios que se abrirán en menos tiempo para inventar socavones que no existen? Lo importante será el futuro, el uso y la huella cultural que este centro imprima en nosotros. Estamos de enhorabuena desde Las Hurdes a Llerena, pasando por Mérida, claro.

*Dramaturgo