XExs una pena. Cuando el verano llega de verdad, nos sorprende a todos y particularmente a una región rica en pastos, henos, rastrojeras y zonas de monte bajo.

Hay que reconocer que el impacto del fuego en nuestro medio ambiente, de tanto valor y trascendencia, no se está estudiando lo bastante y está demostrado que todos los medios de extinción de que se dispone son pocos llegado el momento de sofocar las llamas. Los alcaldes y la Guardia Civil son testigos fehacientes de la negativa a colaborar, salvo excepciones, por parte del elemento humano desde las poblaciones, pues las ficas la mayoría están deshabitadas o disponen de escasos brazos. Las pocas personas que quedan, aunque derrochen energía y les sobre voluntad, son insuficientes.

Con la intención de prevenir los incendios, es necesario tener en cuenta algunos factores. Los incendios pueden desatarse por causas naturales, por imprudencias o negligencias e intencionadamente. Suponiendoque todos tengamos un componente de bondad, haremos hincapié sobre el factor de la ignorancia.

Observamos hoy día que gran parte de la población se desplaza al campo en sus días de asueto para disfrutar, acercándose a la naturaleza viva y oxigenante.

Uno de los casos más frecuentes de incendio suele ser arrojar colillas en combustión descuidadamente al suelo, bien andando o desde vehículos de motor o tracción animal y bicicleta. Estas colillas, en verano y en contacto con henos, pastos, papeles, rastrojeras, etcétera, son más que suficientes para provocar los incendios y terminar causando llamas devastadoras en grandes extensiones de terreno.

Por tanto, hay que tener en cuenta que es peligroso abandonar en los campos recipientes de cristales esféricos como vasos, botellas, jarras con dibujos circulares en relieve o cualquier vasija redonda transparente y llena de agua. Estos objetos abandonados, al ser atravesados por los rayos solares y en contacto con materiales combustibles son potenciales generadores de fuegos en verano.

Cuántas veces hacemos lumbre en el campo para celebrar la típica caldereta. En principio tomamos las máximas precauciones pero al final, por euforia o por olvido, no se apaga bien. Esto es peligroso por los vientos. Igualmente puede ser objeto de incendio por combustión espontánea un trapo abandonado en estos casos, empapado en aceite y envuelto de tal forma que no pueda despedir el calor, pudiendo llegar a la deflagración por sí mismo.

También se corre el riesgo, y esto deben saberlo los profesionales del campo, de que al mojarse la cal viva, los forrajes húmedos, casi todos los vegetales verdes apretados y hacinados, fermentan y aumentan las temperaturas.

Otra materia objeto de combustión espontánea, bastante abundante en nuestra región, es el carbón de encina amontonado, que al ser poroso condensa mucho oxígeno y al aumentar la temperatura ambiente puede producir la inflamación o reacción química. Igualmente ocurre con el carbón húmedo y prensado acumulado en cantidad.

Para finalizar, decir que existen otras muchas combinaciones químicas, largas de enumerar, que son también susceptibles de originar incendios.

El objetivo, por tanto, debe ser prevenir los incendios con medidas sencillas y al alcance del hombre sano de buena voluntad. ¿Quién no ama su tierra? Y no estaría mal recordar, simultáneamente, que es necesaria la colaboración ciudadana para denunciar a los presuntos culpables en beneficio del bien común.

*Diplomado en Policía Científica y comisario honorario