Qué pensarían los aficionados barcelonistas si los lamentables hechos que se produjeron en la segunda parte del Bar§a-Madrid se hubieran producido en el Santiago Bernabéu? ¿Qué pensarían si Florentino Pérez hubiese culpado a Saviola de haber provocado los incidentes por lanzar lentamente los córners? Pues que la grandeza del Real Madrid estaba en entredicho. Lo peor del partido del sábado no fue que el Bar§a jugase con miedo, empatase y los seguidores ultras forzasen la suspensión temporal de un encuentro televisado a medio mundo. Lo peor fue la pataleta de Joan Gaspart y la complicidad de Van Gaal. Fue la respuesta de un club menor, de un presidente desbordado, de un técnico sobrevalorado y, sobre todo, de una organización impropia de ejecutivos millonarios, que debió de prever el caos. Cierto, al Bar§a le anularon un gol legal. Y, si se quiere pensar mal, Figo pudo ayudar a calentar el ambiente antes del partido, al igual que algunos dirigentes blancos y culés, con alguna declaración evitable. Pero lo sucedido fue lamentable y nadie en el Bar§a criticó la algarabía. Ahora, aquellos que no fomentan la seriedad del club, temen que cierren el Camp Nou. Y lo peor es que no saben qué hacer, ni cómo reaccionar.