Según un antiguo dicho popular, las noches están hechas para dormir, pero sucede que, por imperativos de la sociedad moderna, se impone la prolongación de la jornada más allá de las últimas luces del ocaso, y que continúen encendidas las bambalinas al otro lado del muro, sobre ese imaginario de indefinición y de sombras en el que se convierte algunas veces la noche; allí confluyen, como ríos sobrevenidos del olvido, una pléyade de noctámbulos e insomnes, volviendo obsoleta aquella concepción tradicional de la distribución del espacio temporal.

Esta semana los medios de comunicación se han hecho eco de los resultados de un estudio referido al trabajo nocturno y su repercusión nociva sobre algunos aspectos de la salud, pudiendo llegar a ocasionar alteraciones físicas y psicológicas, como trastornos gastrointestinales y cardiovasculares. El cuerpo humano no se acostumbra fácilmente a invertir su ciclo de actividad y descanso, y a pesar de que se duerma el mismo número de horas, la recuperación no es la misma. Existe un periodo de la noche en el que el sueño adquiere una profundidad imposible de conseguir en ningún otro momento, en él se produce la recuperación física y psíquica, además el dormir durante el día suele ir acompañado de un inevitable cortejo de ruidos y de molestias difíciles de hacer compatibles con el sueño.

Se produce en el trabajador nocturno una pérdida de calidad de vida asociada a un alto estado de fatiga,un grado de irascibilidad que puede provocarle depresiones y cambios en el carácter que, además de desavenencias familiares, pueden acarrearle dificultades a la hora de establecer sus relaciones sociales por la incompatibilidad de los horarios. Al no poder hacer uso de los transportes públicos por lo intempestivo de la hora, han de desplazarse en vehículos particulares, lo que es causa de frecuentes accidentes de tráfico producidos por el cansancio acumulado durante el regreso; también algunos desajustes orgánicos son debidos a las alteraciones en los hábitos alimentarios.

Pero a pesar de todos estos perjuicios, hay trabajos que son consustanciales a la noche, y tienen en ella su razón de ser, bien porque son imprescindibles como en el caso de los servicios de urgencia médica o policial, o para cubrir las necesidades técnicas o productivas de algunas empresas, o porque la jornada nocturna puede ser la más apropiada para el desarrollo de ciertas actividades.

XLO QUEx no conviene es crear una alarma injustificada en torno a este tema, ni aferrarse a la paranoia de un tremendismo fácil, cuando lo sensato es buscar soluciones alternativas que contrarresten sus efectos secundarios, desarrollando estrategias de adaptación, favoreciendo a las personas con responsabilidades familiares o con mayor edad, introduciendo cortos periodos de sueño en los turnos de noche, remunerando este tipo de horario con un mayor tiempo de descanso, sin olvidar que se trata de una actividad que está perfectamente reglamentada y controlada por la ley.

La mayoría de las profesiones suelen tener una larga y controvertida listas de inconvenientes, como es el caso de quienes trabajan a campo abierto y han de soportar condiciones atmosféricas adversas, otras actividades entrañan riesgo físicos, prueba de ello es el elevado índice de siniestralidad que anualmente registran, otras provocan alteraciones psicológicas irreversibles que llevan a muchos a padecer depresiones y enfermedades mentales por la presión y la angustia a la que están sometidos, otros empleos pueden presentar excesiva exposición a productos nocivos, químicos, tóxicos o cancerígenos; y sin embargo, constituyen un segmento importante dentro del sistema productivo de nuestro país que no puede quedar paralizado.

La sociedad se ha dotado de instrumentos como las organizaciones sindicales, la elaboración de convenios, el Estatuto de los Trabajadores o la negociación colectiva, que han ayudado a crear unas condiciones básicas a partir de las cuales establecer unas adecuadas relaciones laborales, pero a pasar de ello y de las medidas de seguridad exigidas a las empresas, no se ha podido erradicar definitivamente la existencia de ciertos riesgos inherentes a algunas profesiones, o a determinado tipo de horario.

Con todo, el trabajo no debe ser entendido como un castigo divino, ni como una maldición bíblica, sino como el desarrollo de una faceta más de las muchas que realiza el ser humano a lo largo de su ciclo vital, y que en realidad le ocupa una parte importante de su tiempo, por lo que merece la pena encararlo con un sentido positivo y, dentro de lo posible, con un cierto grado de efectividad y de afectividad.

*Profesor