TMte pregunto yo si los avances sociales que, en España y en Europa, hemos venido conquistando en los últimos dos siglos, no tienen la suficiente solidez como para que pudiesen demolerse con medidas retrógradas, sin sentido y alejadas de toda lógica, que ahora se plantean en el seno de la Unión Europea, impulsadas por países gobernados por partidos de corte conservadora. Me cuestiono para qué sirvieron muchos años de lucha, alguna que otra vida inocente y no pocos esfuerzos para lograr que la sociedad en la que nos ha tocado vivir, nos permita un mínimo de dignidad y cierta calidad de vida, específicamente en cuestiones de conciliación de la vida familiar y laboral, cuyos avances en los últimos años en España han alcanzado un grado de desarrollo importante y se han sentado las bases para seguir progresando en el futuro. Mucho me temo que si finalmente se pone en marcha la ya anunciada medida de ampliación de la jornada semanal hasta un máximo de 78 horas, vamos a tener unos meses moviditos y plenos de revueltas sociales, iniciados ya en internet con varias campañas y con unas consecuencias de un calado mayúsculo para los intereses comunes de la Unión.

Se trata sin duda de un despropósito más, de los que la Comisión Europea suele lanzar de cuando en cuando, pero en esta ocasión con un alcance social que supondría, si finalmente se lleva a cabo, un retroceso histórico en los derechos de los trabajadores y un claro posicionamiento hacia las políticas que piensan en los intereses de unos cuantos, sin escuchar ni atender las necesidades del resto. En este sentido, si esta directiva sale adelante estaremos propiciando serias desigualdades sociales, alentando situaciones de explotación laboral y alejándonos, a años luz, de los objetivos comunes de cercanía a los problemas y necesidades de la ciudadanía, máxime cuando estamos inmersos en un proceso de crisis, que ya de por sí está generando serios problemas en el empleo, y que podría derivar en turbulencias sociales ya superadas.