La ministra de Fomento, Magdalena Alvarez, se ha vuelto a equivocar. Lo hizo el domingo en un mitin en Málaga en el que, al lado de Rodríguez Zapatero, se comparó con Indalecio Prieto en un intento, tan pretencioso como populista, de presentarse como mártir de una campaña de la derecha. Es cierto que Prieto, ministro de Fomento de la República y líder histórico del PSOE, sufrió las iras y las burlas de la recalcitrante derecha de la época. Pero nada tiene que ver ese contexto histórico con el actual, y nada tienen que ver las críticas que recibe Alvarez --desde la derecha y desde la izquierda, desde el centro y desde la periferia-- con la pelea a brazo partido que libraron los gobiernos republicanos de izquierdas en condiciones durísimas.

Es cierto que ha habido excesos demagógicos con algunos de los proyectos del ministerio, especialmente a raíz del episodio de la inauguración del AVE a Valladolid. Pero en el caso de la crisis del servicio de Cercanías en Cataluña, a la ministra se le han hecho críticas basadas en datos objetivos y en medio del clamor de los sufridos usuarios. La petición de destitución aprobada por el Parlamento catalán no es un arrebato oportunista de todos los grupos, menos del PSC, sino la cristalización de un estado de opinión que se ha venido gestando durante largos meses.

Sepa la ministra que si el socialista Prieto levantara la cabeza, seguramente consideraría un escándalo cómo se ha gestionado la red de transporte público que, en puntos como Cataluña o Madrid, más afecta a la vida de los trabajadores.