Hace unos días un amigo te dijo con guasa sarcástica que le parecía muy extraño lo que estaba pasando en Cataluña con los independentistas. Que no entendía esa obcecación de algunos catalanes por independizarse de España, aun sabiendo que con ello ganarían poco y perderían mucho, al menos a corto plazo --y a las pruebas te remites--.

«Yo diría que algún ente inteligente desconocido, quizá alienígena, ha expandido por la atmósfera catalana un virus que provoca delirios de emancipación incontenible e injustificada, y está infectando a muchos catalanes. Y lo más sorprendente es que los afectados no sólo son los catalanes de prosapia, esos a lo que cualquier homófobo de a pie catalogaría de auténticos y genuinos, por tener el factor RH estelado y el apellido autóctono, como Puigdemont, Turull, Cuixart o Forcadell. No, este virus que provoca la «independentitis» también ha infectado a catalanes con apellidos foráneos, como Sánchez --hijo de Sancho, nombre muy cervantino--; Gabriel --nombre de santo español--; Rufián --sinónimo de bribón en castellano--; Férnández --tercer apellido más común en España--. Por citar algunos de políticos de ascendencia no catalana que han enfermado hasta el punto de querer desligarse territorialmente del resto de España --no los creo tan malvados como para repudiar también a sus ancestros españoles--. Este virus es muy agresivo, porque incita a los afectados a no aceptar ningún tratamiento, de manera que los convierte en enfermos autodestructivos. Se diría metafóricamente que están dispuestos a morir antes que seguir siendo ciudadanos con carnet de identidad español. Ya te digo Juanito, yo veo muy inconcebible ese comportamiento humano, te comenta tu amigo.

Y sí, quizá tenga razón, y esa independentitis la cause un virus de procedencia desconocida. Podrías pensar también que ha sido provocada por la falta de tacto político del actual Gobierno Español, concluyendo con la aplicación del artículo 155. Aunque tienes la convicción de que, con 155 o sin 155, la independentitis seguirá existiendo. El remedio vendrá cuando los contagiados renuncien a practicar la «españolfobia», vía de transmisión del virus de la independentitis.