Cerca de 18 millones de personas sufren la enfermedad de chagas. Una enfermedad parasitaria mortal. Y no hay ningún laboratorio que esté investigando medicamentos que le hagan frente, que intenten paliarla o erradicarla.

Pero es que el mal de chagas afecta a 18 millones de pobres en Latinoamérica. En cambio, ahora mismo hay 1.800 fármacos para adelgazar pendientes de patente. Estos sí son datos durísimos, realidades tremebundas que golpean desde las pantallas, gracias a Invisibles , el filme que conmemora el 20.º aniversario de la presencia en España de Médicos sin Fronteras (MSF), producida por Javier Bardem y que cuenta cinco crisis olvidadas: junto al mal de chagas, la enfermedad del sueño, los niños soldados de Uganda, la violencia sexual sobre las mujeres en el Congo y los campesinos desplazados por las armas en Colombia. Son cinco historias, pero podrían ser muchas más. MSF maneja con precisión la lista de los olvidados, tiene casi cuantificado el sufrimiento humano por metro cuadrado en los rincones del planeta donde la vida vale menos que nada. Los medios nos ocupamos estos días de ellos por el respeto que merece MSF y la trayectoria y notoriedad de Bardem. Pero que nadie se haga ilusiones. Si nuestros invisibles, los que viven con nosotros, no consiguen abrirse un hueco en la agenda enloquecida de nuestra vida política ni en la de los medios, mucho peor lo tienen los de allá. Aunque de su supervivencia dependa algún día la nuestra.

Cómo se agradece que películas así nos permitan de vez en cuando levantar la cabeza del grosero y empobrecido debate español. Un debate público secuestrado y del que están ausentes no solo los eternos invisibles de allá o de acá, no solo las tragedias enormes. Tras verla pensaba que ahora, aquí, en nuestro país, todo se ha vuelto transparente, todo: mientras día a día, sin descanso y con pasión, políticos, periodistas y las respectivas hinchadas nos ocupamos de España, ¿qué será de los españoles? ¿Qué estarán haciendo? ¿Tienen gripe? ¿Hay más alergias? ¿Cuáles son sus penas, sus alegrías, sus pequeños dramas cotidianos?