Más allá de que Fidel Castro sobreviva meses o años, el anuncio de su mala salud y su decisión de delegar transitoriamente el poder, evidencia que la sucesión ha empezado y que el histórico líder ha dejado la conducción de Cuba, sobre todo, en manos de su hermano Raúl . No obstante, no hay que desestimar el impacto que su desaparición pueda causar, dando paso a una transición pacífica hacia la democracia, una revuelta popular o un alzamiento impulsado por el Gobierno de EEUU.

Aunque Fidel ha preparado con sumo cuidado su desaparición y ha dejado los cabos bien atados, tres hechos permiten prever que Raúl Castro no conseguirá emularlo manteniendo la concentración unipersonal del poder, lo que significaría el fin del castrismo. El primero es que Fidel delegó en su hermano la presidencia del Consejo de Estado y la secretaría general del Partido Comunista (PC), pero también traspasó importantes responsabilidades al vicepresidente, Carlos Lage ; al ministro presidente del Banco Central, Francisco Soberón , y al canciller, Felipe Pérez Roque .

El segundo es que a principios de julio dispuso restaurar el secretariado del PC, un órgano ejecutivo integrado por 12 miembros que había dejado de funcionar 15 años atrás. El tercer hecho, y quizá uno de los más importantes, es la falta de carisma y de capacidad política de Raúl, volcado desde el triunfo de la revolución en las cuestiones organizativas y en ejercer el poder en la sombra.

El objetivo de la revitalización de ese secretariado, dentro de las líneas que Castro ha perfilado para su sucesión, es el de facilitar a quienes le sustituyan el poder de decisión a través de la única organización política legalizada en Cuba, aunque esta maniobra no asegura que la oposición interna y externa lo acepte sin más.

La ausencia de otros partidos políticos y la falta de libertad de prensa y opinión impiden tener una idea cabal de lo que piensan la mayoría de los cubanos, aunque pocos dudan de que tienen miedo de la represión y quiere avanzar hacia la democracia.

XOTRO HECHOx que hace pensar que esta transición puede derivar en un cambio democrático es la existencia de una oposición interna pacífica --aunque también reprimida y obstaculizada por el castrismo-- que presionará para que se produzca la apertura política, y que tiene como primeros objetivos la liberación de los presos políticos, la libertad de prensa y el respeto del derecho de reunirse y expresar ideas. Hay opositores que incluso creen que Raúl Castro puede ser una garantía de institucionalidad, como lo manifestó el portavoz del opositor Arco Progresista, Manuel Cuesta Morúa . También opina positivamente al respecto Eloy Gutiérrez Menoyo , exguerrillero castrista y actual presidente de la organización de exiliados Cambio Cubano, a quien el propio Fidel persiguió duramente y mandó a la cárcel dos décadas. En su opinión, con Raúl sería más factible dar algunos pasos hacia la democracia.

Muchos otros disidentes apuestan también por una transición pacífica, pero no hay que olvidar que el Gobierno de EEUU impulsa una opción muy distinta. Esa actividad es la responsable de que muchos cubanos no se atrevan a criticar la política oficial de su Gobierno o a esbozar posiciones disidentes, por temor a ser calificados de proyanquis o agentes del imperialismo, lo que no solo los aislaría de sus vecinos y les haría perder el acceso a los alimentos básicos y a otros servicios, sino que los llevaría a la cárcel. Lo que el Gobierno de EEUU no ha querido comprender hasta hoy es que el bloqueo y la agresividad que ha ejercido contra Cuba desde el triunfo de la revolución, contrariamente a lo que dice pretender, ha fortalecido el sentimiento nacionalista de los habitantes de la isla, al margen de que estén o no de acuerdo con el castrismo.

A estas alturas, sería de incautos pensar que EEUU se abstendrá de actuar si muere Fidel o si la sucesión se afianza a favor de su hermano. Por el contrario, lo más probable es que EEUU impulse y apoye financieramente un regreso masivo de exiliados ultraderechistas residentes en Miami para disputar el poder traspasado a Raúl. Y en esa línea no cabe eliminar la hipótesis del enfrentamiento armado, lo que, además de perjudicar la restauración de la democracia, podría llevar al país a la guerra civil, como está sucediendo en Irak, invadido bajo un idéntico pretexto.

Una actitud opuesta a esa posibilidad es sostenida no solo dentro de EEUU, sino también en otros países, por gobiernos y organizaciones civiles que insistentemente se han pronunciado contra el bloqueo a Cuba y a favor de promover una transición pacífica hacia un sistema democrático. En esa línea, tienen un papel importante, y lo seguirán teniendo, América Latina y la UE, sobre todo España.

La isla se enfrenta a un gran desafío: que no prospere la violencia impulsada desde Miami y que no estalle una revuelta popular, como la que derribó a Ceacescu en Rumanía, sino que el cambio se aproxime a lo que pasó en otros países que sufrieron años de duras dictaduras, como España y Chile. Una transición participativa, consensuada, sin sangre y en paz.

*Periodista y escritor hispanoargentino. Es autor del libro ´El Che y Castro, cara y cruz´, de próxima aparición.